Esas extrañas criaturas

Esas extrañas criaturas


La extraña criatura salvaje

La extraña criatura salvaje entre tus piernas

está compuesta por una sinfonía de movimientos gráciles.

La dulce áurea de tu sexo rodeando mi cabeza, me engulle y es cuando vivo.

Vivo para besar todos tus labios, húmedos, como la arena a la orilla del mar.

Para tragarme tus silencios, cuando vives y cuando no.

Cuando me odias y cuando amas con la mirada perdida en mis ojos.

Vivo para escuchar la sinfonía que hay entre tus piernas.

Perderme en la marea que detiene el tiempo.

Y el tiempo se hace piedra.

Es la piedra el silencio que cayó de tu boca.

Y la criatura salvaje entre tus piernas me engulle.


El hongo Tarantino

Un hongo se cultivó en tu sangre,

infectaba de odio: al mundo, no; no al mundo.

Al mundo que yo tocaba.

Un (¿tan sólo uno?) hongo de venganza amarilla llamado Tarantino,

Recorrió tu sangre y tus ojos se fugaron por la calle a bailar

luces estrambóticas.

Mientras yo, en algún páramo sin esquinas,

me desarmo.

Brillas, tus ojos sonríen a la luz de la espada en tus manos.


Sombra de los días

Me sorprendí abrazado a

una sombra con aroma a café,

no puedo soltarla, es la sombra de los días.

Un gato araña las paredes,

Y trepa deudas emocionales.

Una sombra gatuna,

desaparece en la esquina,

desaparece aquí mismo, en la memoria.

¿Quién es la extraña criatura?


Fuiste una extraña criatura

Fuiste una extraña criatura

de pierna cruzada y cabello salvaje,

de sangre ardiente,

de sonrisa indomable,

de piel incivilizada.

Poseedora de un arma que dispara,

Madres (maldices)

al árbol, al ave, al pez, al perro,

al gato.

Nos aferramos de los ojos.

Nos bebimos de las bocas,

hasta desgarrar las miradas

y acabarnos cada letra.

Y fuimos un gato perdido en la oscuridad.


Mis ojos y el gato

Mis ojos blandos colgaban de mis párpados

y caen al vacío bajo tus pies.

Y mientras ves al horizonte, detrás de mí,

el gato juega con ellos hasta dejarlos secos.

Secos y perdidos.


Extraña criatura pétrea

El silencio y la soledad se propagaron por el desierto.

El silencio debe ser porque crece un árbol en la garganta.

La soledad debe ser un cuerpo arrugado por tanto tiempo bajo el sol.

No te quedes fuera, camina lento,

Que te alcance la tormenta de arena.

Acaso, ¿te emborracha el orgullo?

O simplemente me caí de tu mente.

Los cerros sangran por las orillas.

Se escuchan, a lo lejos, desde las entrañas, los rugidos del viento.

Hola, extraña criatura pétrea,

te escribo en marquesinas rotas.

Dejo mensajes en algunas luces fundidas,

para que observes sombras

con alguno de tus 3000 ojos de insatisfacción crónica

y un fondo negro:

Ceguera de calle oscura

y el intratable remolino mental

hace inaccesible tu desierto, seco, casi muerto.


Hojas

Aire.

Rachas de hojas amarillas que silban al viento.

Silencio.

Uno profundo, de esos cerebrales

que colma cada hueso y hasta las paredes

fósiles, piedras, algunos recuerdos, algunas arrugas.

Tormentas de tierra, odio, culpas, reproches con saliva.

La verdad es que los ojos acumularon tanta sordidez.

Se reventaron al parpadear.

No, no hay tanto silencio,

Un perro ladra cerca de las vías del tren.

Ojalá el tiempo duerma,

¿imaginas un orgasmo del tiempo?

Sí, es nuestro fugaz paso por el mundo.

Ahora entiendo por qué la boca es un órgano sexual,

Hablo del lenguaje y las palabras.

Aunque nos forzamos tanto para no eyacular las ideas hasta que se enquistan.

Después duele. Para hablar hay que desvirgar la garganta cada vez.

O quedar mudo.

Aire.

Hojas amarillas que se desprenden y vuelan y desaparecen.


Odio

Todo el odio en una lengua que escapa y se bifurca,

percibe el miedo en mis testículos,

sí, miedo.

A una mueca que parece una sonrisa,

casi es una sonrisa sincera, con dientes, encías,

y el diente chueco.

Todo sigue allí, pero el odio se expele en burbujas de saliva. 

Como rabia.

No, el odio debe ser más espeso,

más del tipo que puedes cortar con un cuchillo.

De ese que pone la mejilla y toca el codo.

De ese que dice apretando los dientes: cae muerto en este instante.

Y entonces me alejo de esa puerta.

Se cierra y se asegura con odio, espeso, sonriente.


Inmortal

¿Es un sueño por debajo de la piel?

Arrodillado en tu figura marmórea abrazo esas dos rodillas.

Eres multitud aun cuando duermes.

Y cuando amas, y cuando no.

Eres inmortal, un Titán que ruge lunas.

No me dispares, no todavía. 

Arrójame un día de compasión,

Como una moneda al mendigo.

Pido misericordia.

Déjame morir a tus pies como último acto de bondad.


El mar

Podría destruir esa pared de rocas hasta el mar.

Pero no hay respuestas adecuadas a tus preguntas, 

en verdad, las preguntas fueron estúpidas criaturas salvajes de seis patas y aguijón.

Una onda hertziana escapó de tu boca y se solidificó en el aire, 

insecto volador.

Y lágrimas saladas cayeron de tus ojos, recorriendo tu mejilla a mi lengua dormida.

¿Escuchas las respuestas a través de las paredes?

¿Escuchas el mar?


Lujuria

Ojalá las palabras fueran cuerpos desnudos

que hacen el amor en el aire.

Revolcándose jariosas y sucias.

Danzando en tus oídos, copulando detrás de tus ojos.

Algún día las palabras serán orgasmos de todos los colores,

gritos despavoridos,

besos con todas las letras.

Ese día seré convertido en aliento

de una palabra pronunciada por tu boca,

para que desnudos, amarnos cual aire frío y caliente

en un torbellino efímero.

Las palabras se desvanecen en la inmensidad,

se callan, se ven a los ojos y desaparecen,

otras veces se engullen con apetito,

pero las más de las veces se pronuncian con lujuria.



El ser extraño soy yo

Algunos huecos ascienden hasta mi cabeza,

no podré nunca entender la música de un universo

que invade cada pieza dispersa del alma.

Leo arrugas como esquelas.

No temas llevar mi nombre hasta la orilla del infierno.

Te espero dentro de unas horas.

Te espero con el ansia de las uñas,

lanzando piedras con los ojos vendados.

El ser extraño, creo, soy yo.



Luciérnagas

Me levanté al ritmo de luciérnagas

asesinando fantasmas.

Bailando pequeñas luces,

esgrimiendo espadas

para matar,

mientras me ofreces café.

Fue una noche de luciérnagas,

En que arranqué mi corazón.

Para liberar tu alma al espacio infinito.

Huyeron miles de luciérnagas en un caótico vuelo.

Y regresaron en formas fantasmales

a extraer todos los gritos del universo.


Insectos

Insectos de lluvia y soledad. Son ideas salvajes.

Insectos exoesqueléticos escalan altas montañas en la piel

Insectos de largas patas caminan sobre el océano de los cien años.

Nos dijeron que el mundo cabía en la palma de la mano.

Pero una idea salvaje no cabe en el mundo

no cabe,

se desborda

morada

tibia

cayendo al vacío.


Rach 3

Son las notas del piano que me embriagan del cosmos, me recuerdan que somos seres de planetas opuestos, en guerra.

Olga Kern, golpea a esas notas gordas, sus manos se mueven a la velocidad de las hojas cayendo. Sí, es otoño en el alma.

¿Qué significa toda esta rabia contenida esos acordes? ¿En qué pensaba Rachmaninov cuando la tocaba?

Que el fin del mundo se acerca. Porque después del concierto no queda nada qué escuchar.

El Rach 3 me salva de morir ahogado en el olor dulce de tus manos.


¿Recuerdas la puerta del infierno?

Quedan tres horas para el fin del mundo.

¿Por qué escucho tantos lamentos?

No puedes cargar todo el miedo

deja algo para los sueños.

El tiempo es una gran paradoja de dolores que caminan.

A las diez de la noche brilla fosforescente la piel absorbiendo luna

y los ríos de tinto desbordados.

Faltan dos horas, se arruinan las cábalas del año nuevo,

nunca es nuevo, es el mismo repetido

mil y una vez.

Pensamos que hay futuro.

Lo que hay son cientos puntos cardinales

que vuelan al estratosférico azul.

Cierra la puerta de ese extraño estado que es el infierno,

el fin del mundo será en una hora,

llegará vestido de blanco y con aura de pereza.

Lloverán lamentos sobre tus pecados,

a través de cada poro de tu piel,

clava cada lamento en tierra, quizá germinen, quizá son árboles.

Es el fin del mundo, no quedan miradas,

es el fin del mundo.


La mejor ciudad es otoño

aunque caigan hombres como hojas amarillas,

aunque se desmorone cada adobe,

y se escondan las fachadas tras feas marquesinas.

La ciudad habitada de viejos hoteles en ruinas,

son cascarones de malhechores,

hoy presumen las firmas de autores vandálicos.

Aun así, la ciudad sigue siendo infinita.

No duerme,

se eterniza en sus roces casuales,

en sus amores encontrados,

en uno que otro dolor.

Encontré mi voz en el ruido del aire a través de las hojas.


Sueño molecular

No podré evitar que este valle de huecos ascienda sobre mí.

Porque seré humo de moléculas dispersas.

Inestables,

en el tiempo.

Había un acuerdo para evitar la implosión al contacto con el oxígeno.

Te espero dentro de unas horas en el umbral del inconsciente.

No temas llevarme hasta la orilla del infierno

para, robarme cada molécula vibrante de tus ojos.


Inventaré las noches

Te extraeré por medio de meditación budista

de una vida pasada.

Inventaré el filo cortante de tu mirada

Y un abrazo nuboso con el que pueda sorber tu piel.

Inventaré la locura de los días

Y la ternura debajo de las sábanas.

Inventaré tus piernas piel de nube,

envuelven al mundo, hasta hacerlo llover.

Inventaré que no hay valles desérticos con qué llenar las noches.

Te extraeré de los sueños salvajes,

esos mismos que hirieron con tanto placer.

Luego te dejaré a que respires el agrio aire

extraído de las minas al fondo de mi piel, 

quedamos locos y perdidos

en una gota de agua a punto de evaporarse.


No hablo con las piedras

No busco hablar con las piedras

ni con las espinas del desierto.

Mudo ante su cadáver. Ante la sangre fósil.

me dicen sus ojos floreciendo en hierba

‒la tierra no perdona.

Cierto, es una penitencia de muerte,

de morir poco en la furibunda calidez de sus manos,

la tierra engulle un sol rojo.

La sombra es refugio de memorias,

todo es pasado. Todo es desierto.

Sus dedos emergiendo de una falla tectónica,

sus dedos crecen a la luz de la luna,

es la noche diosa ante la que me derrumbo.

Cascadas de sombras cayendo por mis ojos.

Tromba de rocas azotan la tierra.

No hablo con las piedras,

mudo ante la insensatez,

mudo ante los gritos del desierto.

El viento en mi cara y un tornado atrás de los ojos.

Sigo abrazando su cadáver.

No puedo decir cuándo le dio su vida al desierto.

Olvidé el día que durmió al lado de las rocas.

La memoria es un cementerio.

Vivimos tanto ruido y al final nos quebramos.

Los restos quedaron esparcidos en la tierra.

No puedo decir lo fragmentado de mi estado

hasta recuperar cada parte dispersa.

Aunque la tentación es sembrarlas

y que, como semillas germinen

un lejano día de lluvia.

Lo incierto de la putrefacción,

es el olvido, la soledad de este momento.

Las piedras no hablan.

Y sigo abrazándolas oyendo su respiración

fría como penitencia.

La memoria apedrea mi cama,

sin sentimientos habitados,

en la sangre, en la culpa.

No hablo con las piedras,

les doy besos en la oscuridad.


Villano

Me dices villano pero

yo no fui a ti,

Viniste envuelta en boca abierta,

y ahora que, para huir tuve que apuñalar al corazón

y busqué la sonrisa derrochada.

Pero, no sabía que mi piel era veneno

o que abril fue un mito,

tan cerca del olvido.

Quiero fumar las noches,

tirar cien años y un suspiro.

Y tal vez descubra que,

el villano:

esa extraña criatura del bajo infierno,

siempre fui yo.

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