LLUEVE
Tarareo una canción
y el aire se vuelve espeso,
mojado, somnoliento.
Sabe a frescor,
a hierba recién cortada,
a pétalos que tiñen el suelo.
Atravieso la cortina,
pronuncio palabras al eco,
que se mojan,
taciturnas, viajando al infinito,
y nadie me escucha…
solo el silencio.
Todo se desdibuja,
los edificios pesan,
se borran las huellas,
respira el asfalto,
las luces ahora deslumbran.
Mis ojos se limpian también
de miradas implacables,
de sonrisas vacías,
de palabras amarradas
a tormentos, a tormentas.
Hoy llueve,
el cielo desprende lágrimas,
que borran soles,
que borran estrellas,
que borran sombras que pesan.
Hoy llueve, por fin.
Y tras la lluvia,
vendrá el arcoiris.
MI MADRE
Noche carnosa que abrazas mi sombra
tiñes de azabache parques y calles,
que pesan en mis pies,
en mis párpados,
en mis pupilas, que son
como la noche más oscura.
Tomo una pastilla
para abrazar mis sueños,
entre estrellas de colores,
entre bailarinas al viento.
Y sueño con mi madre
que remendaba calcetines
y preparaba pollo guisado
los domingos,
con su delantal de cuadros.
Yo hoy preparo
ese guiso de añoranzas,
pero no sabe igual sin ella.
Sabe a noches de recuerdos:
de camisilla blanca en invierno,
de chocolate con bizcochos,
de un beso espeso como la miel.
Y me miro en el espejo de los desvaríos,
Le regalo una rosa blanca
del jardín de la vida.
Y le abrazo, nos fundimos
como el chocolate, como la noche.
ALLÁ ARRIBA…LA LUNA
Afuera nace la ciudad,
neón que se escapa tras las pupilas.
Las grietas de la noche me van surcando
y allá arriba…la luna.
Me refugio en un café,
café negro, como la noche,
desafiando mis sueños.
Dos azucarillos que se derriten,
Invisibles ya, que existieron, como el sol al mediodía
como almas que abandonaron su cuerpo.
Carmín en la servilleta, me quito el disfraz.
Mi bolso cargado de recuerdos que arrastro
de día, de noche aún más pesados.
¿Quién nos observa,
sino la luna desafiante,
que nos hipnotiza tras la ventana?
Remuevo el café, remuevo tormentos,
truenos que aturden las últimas horas
llenando mis oídos de palabras calladas,
de tertulias que pesan en la silla.
Saco una moneda,
compro ilusiones,
que flotan como aceite en el agua.
Palabras gastadas por un eco del cielo.
Gracias por tu visita, leo en la servilleta.
Ahora debo llegar a mi destino.
¿Por dónde empezar?
Simple, por donde lo dejé…
Ahora paseo mis sueños por las sombras marchitas.
“No te rindas” me dice una voz.
Porque esperar es morir un poco, o poco a poco.
¿Pasará el tren que me recoge, que recoge amaneceres
O iré caminando por calles ebrias de vuelos sin fin?
“No te rindas”, una voz se funde en la mía.
¿Quién me ve…sino la luna que me hipnotizó?
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