FAMILIA… ¿QUÉ ES FAMILIA?

FAMILIA… ¿QUÉ ES FAMILIA?

FAMILIA… Mi familia es «convencional» y se me presupone que tengo que quererles únicamente porque corre la misma sangre por nuestras venas. A mí la sangre sólo me parece un líquido rojo que circula por los vasos sanguíneos del cuerpo de las personas y animales, pero no da el cariño, la empatía, ni el amor.

Mi padre es un hijo de puta ¿por qué tengo que quererle entonces?

Cuando yo tenía 18 años «este señor» me echó de casa sólo porque viajaban al pueblo y yo quería quedarme con mis amigos y nuestros planes.

Y él sentenció:

-O vienes al pueblo o me das las llaves y te vas de esta casa para siempre.-y una que es muy digna ¿qué hice? Fui a mi cuarto, cogí las llaves y se las di sin mediar palabra. No sé qué cara puso el resto de mi familia porque no volví la mía… No pude… No era el momento de derrumbarse.

Sin ser muy consciente de la situación y sin pensar en las consecuencias, bajé a la calle y me dirigí a la parada del bus. En cuanto hube montado sí que me permití derrumbarme y comencé a llorar desconsoladamente.

Entonces me sobrevino el pánico. Sé que mi decisión era la acertada, pero traería consecuencias nefastas para el resto de mi vida.

Mi situación era realmente complicada porque no tenía dónde ir. Trabajaba desde los 16, pero mi sueldo era tan miserable como «mi señor padre».

Me iba a estallar la cabeza y mis ojos no aguantaban la presión de mis lágrimas. Debía tomar una decisión rápida pero nunca me había visto en un trance semejante y no tenía la menor idea de qué hacer.

Lo extraño es que no estaba acobardada; algo me decía que las iba a pasar putas, pero que saldría airosa y sobreviviría a todo. Esa seguridad, recientemente adquirida, hizo que comenzara a ver las cosas desde un prisma diferente y totalmente nuevo para mí. Y maduré de golpe hasta caerme del árbol genealógico y me convertí en mi única FAMILIA.

Para salir del paso, me fui a la oficina en la que trabajaba. Era un negocio familiar de unos primos y tenía llave. Disponía de dos días para serenarme y decidir lo que iba a hacer con mi vida.

Hasta el domingo por la noche no me pregunté si realmente mi familia de sangre me estaría echando de menos. Había informado a mi madre de dónde estaba porque las MADRES no tienen nada que ver con el resto de la familia. Sé que ella y mis hermanos me quieren y yo a ellos también, pero jamás me comprendieron y siempre cuestionaban todas mis acciones y decisiones. Pocas veces me sentí apoyada y respetada.

Durante los 6 primeros meses, mi periplo estuvo teñido por la fatalidad, la agonía y la desesperación. Mirara donde mirara todo estaba cubierto por un gran velo negro, incluso la imagen que me devolvía el espejo era en blanco y negro y, aunque reconozco que me encontraba sola y triste, también me sentía poderosa.

Mi primera parada fue en una pensión de mala muerte, en el centro de Madrid, donde sólo había prostitutas y cucarachas. Me parecía estar en una película de terror donde yo era la protagonista y el decorado era de cartón piedra, pero cuando abría los ojos, me daba de bruces con la mierda que me rodeaba y me hacía tan pequeñita…

Cuando a la segunda noche desperté sobresaltada con una «cuca» en el hombro, salí por patas.

La segunda parada fue en otra pensión un poco más habitable pero también más cara y mi presupuesto era muy precario, con lo que igualmente aguanté dos días.

Finalmente, mi mejor amiga me alojó en su casa hasta que encontrara una habitación. Aunque había un tremendo inconveniente: vivía en el portal de al lado de mi familia. Allí estuve 4 ó 5 días.

Y por fin encontré una habitación en un piso compartido, pero no sé qué fue peor… El piso consistía en una habitación con una cama y una silla. Sólo me dejaban entrar en el baño. Me moría de la pena. La casa era propiedad de una chica que ocupaba la otra habitación y donde había metido todos sus enseres, en fin, su cuarto era un oasis en mitad de un desierto, en el que sólo estaba mi habitación, un cactus sin vida, como en el fondo me sentía yo. Allí estuve un mes. He borrado muchas cosas de mi cabeza, pero lo esencial y el sentimiento que me embargaba, aún hoy, está a flor de piel. ¡Es desgarrador sentirse tan sola entre tanta gente!

En la segunda casa, conviví con una chica china (estafadora y mala persona) y un chico coreano (un amor). La casa estaba llena de mierda y me reencontré con mis amigas las «cucas». Tuve que estar recluida en mi habitación durante un interminable mes. Hasta tuve que comprarme un orinal ya que tenía que compartir el pasillo que me llevaba hasta el baño, con mis nuevas y asquerosas amigas negras y me moría del asco.

Mi tercer intento fue el definitivo; allí me relajé, conocí gente maravillosa, me divertí y empecé a construir nuevamente una vida.

Mis amigos siempre estaban ahí para darme apoyo moral. Ninguno trabajaba y no podían ayudarme económicamente, pero podía contar con ellos de manera incondicional, aunque sólo compartía con ellos lo imprescindible para no resultar una pobre desgraciada. Ellos me escuchaban, me respetaban y me decían que era una valiente, pero lo cierto es que me sentía realmente desamparada.

Poco a poco mi percepción de la situación empezó a cambiar y pensé que lo peor había pasado.

Entonces entendí que la FAMILIA es la que te quiere como eres, la que no te juzga y la que te ayuda a crecer, y eso no lo hacía mi familia de sangre pero sí mis AMIGOS, y se convirtieron en mi FAMILIA real, aunque no corra la misma sangre por nuestras venas.

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