El pilar de la sociedad

El pilar de la sociedad

Carito Padilla

24/09/2017

En el centro de Pueblos Unidos, vivían Pánfilo y Justina, pareja ejemplar, devotos cristianos, amables, honestos y muy serviciales.

Los vecinos sentían gran admiración hacia ellos; pero no se explicaban por qué sus hijos alcanzando la madurez salían de casa y nunca más visitaban a los pobres viejos.

Un día llegó al pueblo Catalina, buscando refugio luego de haber cometido un pecado que la atormentara el resto de su vida.

Arrepentida buscó de Dios en la misma iglesia dónde aquella adorable pareja se congregaba.

Como era de esperarse los ancianos la recibieron con los brazos abiertos, poniéndose a sus servicios. La nueva integrante se sintió muy aceptada y el saludo para ellos era lleno de todo el cariño que ella pudiera expresar.

Catalina había traicionado a su esposo y las consecuencias eran trascendentales; siempre estaba triste, pasando miles dificultades; pero el acercarse al Señor le daba paz y consuelo.

Pánfilo muy solícito estaba pendiente de la joven, y decidido a apoyarle la citó en el parque central ubicado a varios kilómetros del pueblo. Buscarían una solución a esa tristeza basados en la biblia, fueron las palabras que Catalina escuchó decir de aquel buen hombre.

Llegaron al lugar y ella rompió en llanto cuando confesó su terrible secreto, él la escuchó atentamente y le contó un par de tristes historias que sufrió cuando fue reo político.

Pero luego, la plática dio un giro y este honorable señor le hace una propuesta a la joven mujer: «Mi niña yo deseo apoyarle, verá… cuando la vi entrar por primera vez en aquel templo su belleza me cautivó, usted está sola y mi esposa ya es una anciana que no puede satisfacerme. Yo seré su proveedor, su refugio, su amigo y su amante; y ese será nuestro secreto, nadie tiene por qué saberlo, sólo le aclaro mi niña, Justina siempre será mi esposa y no puedo dejarla».

Hubo un minuto de eterno silencio, ella no tenía palabras para expresar la repulsión que aquella retorcida oferta causó, se limitó a contestar: «Aunque sea nuestro secreto, Dios lo sabría y Él no puede ser burlado, gracias pero no gracias «; y se retiró con una profunda decepción en su corazón.

Cecilia, su hermana, quien la hospedó en su casa; notó que algo cambió en ella luego de aquella plática en el parque y decidió averiguar lo sucedido, una vez enterada de los hechos, arregló una audiencia con la Junta Directiva de la iglesia a través del pastor, quien ministraba desde hacía treinta y cinco años, éste agendó la reunión para el domingo después del culto, pero solamente iría la afectada, sin testigos.

Llegado el momento, Catalina asistió al lugar señalado, sin embargo, no estaba la Junta directiva, solamente el pastor quien escuchó detenidamente haciendo anotaciones en un viejo cuaderno de tapa marrón con hojas ya amarillentadas por el paso del tiempo.

«Entiendo por lo que está pasando – dijo el ministro, y continuó- sólo le pido discreción, las mujeres han sido por mucho tiempo el aguijón del hermano, no es la primera afectada y no es su culpa; pero por amor al alma de hermana Justina y evitar un escándalo público que causaría el desánimo de muchos creyentes y por ende la deserción de la feligresía, es mejor olvidar este episodio, usted no ha hecho nada malo, regrese a su vida, y aléjese de él. Ahora cierre sus ojos, vamos a orar»

¿Es posible tanto descaro?, no puede una oración pasar del techo cuando se siente tanta rabia en el corazón.

El pastor procedió a guardar su cuaderno en un gran maletín al lado de su silla.

Catalina obediente se acerca a realizar la oración aunque no muy convencida de que este hombre de Dios haya actuado con justicia. En el momento que ambos cierran sus ojos, Catalina abre los suyos y en un impulso casi inconsciente mete la mano al maletín y sustrae el misterioso cuaderno, y lo esconde en la cintura de su holgada falda.

Poco alcanzó a escuchar de la plegaria que hacían en este momento, se limitó a sellar con un amén y se despidió con una gran decepción en su mirada.

Llegando a casa Cecilia se acercó sigilosa preguntando qué tal había quedado el asunto. «Hay que guardar las apariencias» – Contestó Catalina y contó lo ocurrido a su hermana, quien estaba muy indignada, pero el pastor era sabio y había que obedecerle.

Ya en la calma de la noche, Catalina sacó debajo de su almohada aquel cuaderno de tapa marrón. La primera página estaba fechada hace más de treinta años dónde se relataba una historia parecida a la de ella, pero esta víctima accedió ante tal propuesta y se le aconsejó solicitar cambio de membresía a otra congregación, así pudo ver más de una historia y en la tercera una anotación del reverendo que decía :»este hermano es reincidente, este será un libro exclusivo para seguirlo de cerca y orar fuertemente por él». Y así una y otra historia, en las que pudo enterarse que la pareja tuvo dos hijos, cada uno se acercó buscando ayuda porque fueron testigos de la traición continua de su padre, a ambos se les dio el mismo consejo: «No hay que lastimar a mamá «. Hubo una historia impactante, la joven amiga de una de las hijas de esta pareja fue seducida por este monstruo. Esta anotación decía:»Sofía expresó con mucho rencor que está bien, no le diría a su mamá, pero su hermano estaría enterado de quien era aquel hombre al que llamaban padre y el pueblo tenía en alta estima. Realmente es una pena, sin embargo, no puedo instar a un divorcio y a oscurecer el prestigio de un buen nombre, puesto que la familia es el pilar de la sociedad «.


Indignada ante tal injusticia e impotente de poder cambiar las cosas, Catalina decidió que si bien es cierto la venganza es del Señor, ella oraría para que fuera Él mismo quien hiciera justicia a tantas víctimas.

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