Y la vida se vuelve sencilla, pero pesada
como conducir un automático sin dirección asistida
cuesta girar
y por tanto, te dejas llevar recto
Y ya no te indignas ni peleas
te vas amoldando
tu culo se hace al sillón y viceversa
Y desayunas lo mismo cada día y a la misma hora
y solo te despiertas un poco si te cambian las rutinas
si el descafeinado no es de sobre o el azúcar no es moreno
o estás en riesgo de perder algo
mientras acumulas años, kilos, arrugas y pereza
Y crees que sabes lo que quieres aunque quieres solo lo que conoces
porque dejaste de probar y fuiste seleccionando sobre lo poco que conocías
y dejaste de perseguir la siguiente esquina
Has perdido la curiosidad y la ilusión y te has despedido a ti mismo de tu vida
despedido por dentro sin indemnización ni juicio: un despido procedente
Y te secuestraste sabiendo que no podrías jamás pagar el rescate
No apuestas, no vibras y miras los atardeceres y suspiras de viejo
porque te puede la comodidad de los que ya han elegido
tu casa, tu trabajo, tu hipoteca, tus niños, tu mujer
Tu perro
tú que nunca quisiste un puto perro pero lo acaricias sabiendo que es el único leal
y tus frustraciones se reflejan en sus ojos
demasiadas bolas para un solo reo que arrastra su pierna
Ya todo es estático, sobretodo tu futuro
y crees que ya has tomado todas las decisiones importantes de tu vida
y ahora toca solo asumir aciertos y errores para siempre,
también errores. Sí, para siempre.
Pero lo cambiarías todo de un tremendo zapatazo, menos el puto perro
Pero empezar de nuevo es cansado y doloroso…y caro.
Pero si pudieras comprarías un descapotable usado y una Harley
y venderías tu casa y te irías a Brasil a vivir, a probar, a conocer
a desayunar papaya aunque a ti no te guste la papaya
y a bañarte en pelotas en la playa por la noche como hacías con 20 años
y a perseguir garotas por las esquinas y a bailar samba
aunque a ti no te guste bailar samba
Y con suerte acabarías con un trabajo y una casa, y una hipoteca
y una mujer usada con el culo obsceno y sus hijos mulatos
y un puto perro al que acariciar, para poder reconocer en sus ojos tus nuevas frustraciones
que serían casi las mismas,
mientras miras entre suspiros de viejo el atardecer.
Y sin suerte:
con un cartón de vino entre las manos, con los ojos llorosos reflejando frustraciones
sentado en un banco mirando el atardecer rodeado de putos perros vagabundos
con los codos en punta, echando de menos tus seleccionados desayunos
y tu casa, y a tu mujer y tus hijos, y hasta tu hipoteca
Y te despiertas un poco, como la niña que rompió la lechera
y te vas al mercado a comprar una papaya en un alarde de valentía
y te la desayunas con una sonrisa triste entre muecas de asco
mientras comprendes que no solo eres tú quien sostienes esa telaraña que has creado
sino que también esa telaraña te sostiene a ti en una relación simbiótica
Y miras a tu mujer que te observa comiendo papaya
moviendo la cabeza como un puto perro con el cuello de muelle
porque tú nunca has comido papaya
Y vuelves a mirar la fruta y te la terminas
con la poca dignidad que te queda, pensando en las playas y la moto
O en cortarte la pierna mientras tarareas en tu mente «la garota de Ipanema»
sabiendo que cada juerga debe tener su resaca
y cada atardecer, su noche.
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