LOS PERROS DE MI BARRIO

LOS PERROS DE MI BARRIO

Algunos dueños de perros van por la vida más perros que sus propios perros. Me refiero al sentido de perrear; de ir perezoso, cansino, cansado, desganado, sin vigor. Arrastrando el esqueleto, siempre tendido, por no soportar el peso de la vida; igual que los relojes de Salvador Dalí que se derraman sobre las piedras.

Estos individuos llegan a perrear tanto que se les olvida recoger los excrementos que van dejando, a su paso perruno, sus preciados canes.

En mi barrio habrá más de mil perros y todos ellos salen cada día a pasear por los jardines, aceras y calles peatonales. Van debidamente acompañados de sus queridísimos dueños. Perfectamente ataviados los unos y los otros. De modo que le imprimen al lugar un estilo, rural y cómico, ecológico y bucólico, que hace de mí barrio el gran espacio proteccionista de los perros caseros, que es la modalidad que está más de moda últimamente. Lo peor, de esto, es que los perros viven tristes, encerrados, en el mejor de los casos, en un pequeño pisito de no más de ochenta metros cuadrados y, salvo el ratito del paseo al anochecer, se pasan la vida encarcelados y perreando, es decir; tirados sobre una alfombra, llevando una vida monótona y perversa.

Son animales creados para estar en espacios abiertos que necesitan campo para ejercitar sus músculos y desarrollar sus instintos perrunos.

¿Han visto alguna vez la triste mirada de un perro de ciudad? es algo tan conmovedor que nunca llega a olvidarse. Tienen motivos de estar tristes, viven estreñidos; estreñidos de espacio, estreñidos de soledad, estreñidos de libertad y sobre todo; estreñidos de comer barritas, bolitas, copos o galletitas de cereales. ¿De no sé, de dónde. De aceites, de no sé qué. Y de harinas, de no sé cuánto?

¿Saben ustedes lo que hace un estreñido cuando se pasa el día perreando, tendido, sin ninguna actividad durante horas y de pronto sale a pasear y a moverse?

Sí, sí, está claro, lo han adivinado. Necesita hacer sus necesidades biológicas. Y eso es, exactamente, lo que hacen los perros de mi barrio, cuando salen por las tardes a pasear con sus dueños. ¡Sus necesidades! Necesidades, además, obligadas, porque los educaron para ello, hasta tal punto, que los enseñaron a contener su aparato excretor y su esfínter. De tal forma, que no excrementen ni miccionen mientras se encuentren solos, en el pisito, donde malviven. ¡Es algo realmente conmovedor! Los han humanizados tanto que se comportan como seres civilizados. ¡Estremecedor y malévolo!

La mayoría de los perros de mi barrio acuden periódicamente a los veterinarios (que dicho sea de paso, estan contentisimos con tan buena clientela) aparentemente todos están sanisimos. Yo dudo de la salud de estos y de su equilibrio mental. Creo que están todos y si no lo están, lo estarán, mentalmente enfermos y, tarde o temprano, acabarán haciendo trastadas por causa de su amargada y prisionera vida. Así que el día que esto ocurra, en cada pisito de mi barrio donde haya un perro, su dueño se desprenderá de él sin piedad ni miramientos. Esto llevará al animalito a entrar en la nómina de perros callejeros o abandonados. Con las consiguientes consecuencias.

Estoy totalmente de acuerdo con el amor y el respeto hacia los perros, pero dentro de los límites naturales de convivencia, entre seres humanos y animales domesticados, sin que ninguna de las partes pierda su dignidad de vida.

Observo como todos los días, dueños y perros, salen a la calle a la puesta del sol. No se sabe quién lleva a quién. En el momento que el perro se para, olisquea, y hace intención de defecar, el propietario elegirá el escaparate que le coja más a mano para examinarlo con gran interés. En el caso que no hubiera escaparates sacara rápidamente su teléfono móvil y se dedicará, atentamente, a ver las llamadas perdidas o el listado de sus tele-comunicantes. Caso de haber olvidado el teléfono en casa ¡craso error! se dedicará a mirar, con gran atención, cualquier vehículo que circule en ese preciso momento y si la vía fuera totalmente peatonal, recurrirá a mirar los letreros publicitarios o las flores que cuelguen de los balcones de la fachada más cercana. Todo en general captará mucho más su atención que su perro, al cual ignorará por completo. Una vez finalizado el acto, vital, de la evacuación perruna, el dueño del perro, aún más perro que su propio perro, perreará y, no se sentirá con el vigor suficiente como para recoger los excrementos evacuados allí por necesidad de su can, dejándolos en la vía pública para mayor deleite del próximo perro paseante, que llegará rápidamente a olisquearlos y a dejará también su “regalo pastelero

Y así, uno tras otro, cada día, plácidamente perreando, cansinamente desganados, desgarbados, como sin ánimo. Dejando regalitos malolientes para el resto de los ciudadanos, se marcharan a sus pisos los dueños y sus perros. Por las calles benditas de mi barrio.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS