Dueños de Nada

¿Qué es el ser humano?

Es solo materia orgánica dueña de nada.

Sus años pasan veloces sin avisar.

La vejez llega con la muerte entre sus fauces.

¡Ah! Vejez marchita y aplastante

La acompañan tenues, sórdidos retratos del ayer.

Trae consigo emociones añejadas.

Con olores tan distintos a los originales.

Emociones inodoras o nauseabundas.

Solo sombras de lo que un día fueron y no serán más.

No se vive al recordar, más bien se muere.

El recuerdo es la señal del tiempo y su trabajo.

Las memorias insinuantes nos susurran,

Que ahora pensamos porque somos,

Más un día, no seremos más.

Mis Tiempos

He decidido no decir más “mis tiempos”.

Nunca fueron míos.

Siempre le he pertenecido yo al tiempo.

Lo veo en mis canas y arrugas, las que sí son mías.

He decidido no decir más “mis tiempos”.

Porque al decirlo hablo memorias.

Memorias cautivas en épocas antiguas, o recientes,

Cautivas en prisiones inalcanzables.

Nunca han sido míos los tiempos.

Los tiempos son del tiempo.

Asesino cruel y despiadado.

Crea surcos indelebles con notable precisión.

Siembra su semilla en mi piel.

El tiempo camina libre, sin límites ni remordimientos.

Al vivir, muero.

Un día más es uno menos.

Indeseable ironía, pero segura, real.

Canto de dioses ajenos, inicuos, sádicos.

El tiempo es arena entre los dedos.

Hundida la mano en la playa, creyéndose dueña del grano.

Se escapa el tiempo entre los años.

Muere el hombre en las manos del tiempo.

Somos del tiempo, sin dudas, sin derechos.

Nunca nos perteneció, ni lo hará.

Porque errante vaga, sin dueño.

Rebelde, determinado, sin escrúpulos ni concesiones.

Trae en su vientre a la muerte.

Horrible fruto del pecado inicial.

Vienen juntos, uno tras el otro.

O uno dentro del otro.

Pero vienen.

He decidido no decir más “mis tiempos”.

Porque el tiempo viene acompañado,

Sin alma ni conciencia.

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