Amanecer en tu espalda.

Amanecer en tu espalda.

Amanecer en tu espalda,
y recorrerla a besos
y escalarla con los dedos,
suavemente y sin despertarte,
adormilado,
y entonces:
cerrar los ojos,
y así tocarte,
con los ojos cerrados.
Creando un universo en cada surco,
en cada defecto,
en cada centímetro cuadrado de piel.

Y después,
imaginarla
y sentir sin rozarte,
y recorrerla de nuevo con mi mente,
aquí un pliegue,
aquí tersa;
sin tocar nunca.

Y abrir los ojos y reemprender la búsqueda de tus costuras y tus manchas,
y algún que otro lunar que ahora se torna comestible y apreciable.
Y comerlo.
Y apreciarlo:
“Se amanece mejor colgado en tus hombros”.

Y despertarte chillando de amor,
continuando el suave contoneo
de tus movimientos mañaneros,
desperezándote casi en sueños aún,
y yo vigilando cada aleteo
de tus brazos y tus pechos,
para que nada se me escape.

Que entre la luz y bañe tu escorzo,
con una nueva luz que revele
la inexactitud de mis primeras inquietudes:
y tener que recorrer todo de nuevo,
y reescalar,
y comenzar
cualquier boceto imaginario otra vez.

Cerrar los ojos de nuevo,
y ahí volverme arquitecto de tus límites,
y proyectar la morada de tu alma,
sublimarla,
y recortarla a mi antojo.

Abrir los ojos y verla
por fin realizada,
ahora es una obra ya hecha,
y así la contemplo extasiado,
como se contemplan los bellos objetos arquitectónicos,
y perderme en sus materiales perfectos
y en sus detalles imposibles.

Los ojos de la piel,
los ojos de mis manos;
ahora curiosean
tus plantas y tus secciones,
y por fin vivo la arquitectura
como diría Pallasmaa:
ahora la siento.

“¿Qué haces?”,
preguntas curiosa por saber
por qué me demoro en besarte.
“Te hago a ti”,
y empezar a escuchar la risa de tu alma,
y pensar que la arquitectura
siempre cobija un algo,
un ente, casi sagrado,
de la cual lo tectónico es sólo caparazón,
que se toca y se ve
pero que requiere de gran esfuerzo para ser oído.

Y entonces oigo tu piel,
y me suena armónico
y sosegado:
“eres pura coherencia”.

Y que te vuelvas a reír
y me calles a besos.

Así imagino los amaneceres
colgado en tu espalda.

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