I
«17 de Agosto de 2017»
.
El vetusto argumento, es el infierno en la vida,
moviéndose va con su cara cubierta,
sus ojos repletos de arena,
nos miran.
Intactos se quedan,
estos pensamientos como si vivieran,
dentro de sarcófagos que guardan grisáceas tinieblas.
¿Valientes guerreros?,
escondidos, se solapan detrás de silvestres miradas.
Amasijo de sangre viva y metralla muerta:
eres el comienzo de todas las penas.
Tus tiempos vuelan a velocidades opacas y densas.
La tormenta llega con desesperada inexactitud.
Sus puñales cortan, desgarran la risa, la tiñen de rojo.
Sin saber su nombre,
ni a quien ella espera,
ni a qué boca va sujeta.
¡Ay cuántas giros!,
volver al mismo sitio
de lágrimas conexas:
¡Si pudieran entrar en sus ojos de vuelta!
¡Si pudieran hallar a sus labios perdidos!
Ya conozco ese girar de molino,
sus aspas agitan pozos de tristezas,
corrientes repletas de penas y gritos.
Ya he contado sus vueltas redondas, chorreantes, hemáticas,
tercas.
Ya escucharon mis oídos rotos, su eje gastado,
preso en la vieja herrumbre,
repleta de grasa oscura y goteante,
que queda.
Más rápidas que tu mente van las dunas del Sahel.
Más rápidas que la sangre que desgajas, va la vida.
Muy rápidas estallan tus palabras negras, de sílabas muertas,
de todos los mortis untados,
sujetas a dioses siniestros, sedientos de truenos.
¿Y dónde se esconden mientras?
¿Cuándo es que deciden saltar a tu espalda de cristal?
¿En qué tiempo llegará la entrega funesta?
¿Cuánto más hay que esperar para que lluevan esperanzas?
Mira su cuerpo vestido de caros caftanes,
repletos de piedras,
mostrando augurios perversos,
ocultando once mil sollozos de once mil vírgenes, ansiosas de escapar a otros cielos.
¿Quién robó la primera daga?
¿Y qué deidad pidió la primera ofrenda?,
¿y qué mano arrancó de cuajo sus venas?,
¿ y qué dedos la exprimieron porfiados?
Pérfidos Genios, Efriles perversos:
Entrad en vuestras lámparas de cobre sucio,
el verde ectoplasma.
Encerradles al fondo de todos los cofres, oscuros, silentes.
Unos dentro de otros, cierres sobre cierres,
matrioskas horrendas.
Lanzarlos al fondo de todos los mares, unos sobre otros.
¡Que mil tempestades custodien con celo infinito!
Demasiados pétalos lanzados de bruces al vuelo.
Demasiados sueños asolados.
Ojalá que exista un Dios que queme la ponzoña,
que aplaste con su pies divinos,
la amargura de verdugos mutilantes,
y que al fin, de una vez, y para siempre,
se mezclen todas las flores
en un mismo jardín.
II
Se pierden mis surcos,
se agrieta mi alma como tierra seca.
Aburridos días sin lluvias,
sin partos,
sin llantos que rajen la luna,
y se escuche un quebranto de piedras plateadas,
que caigan al mar,
y rompan su calma azulada.
,
Frágil de piel.
Fuerte de lágrimas,
quejidos perversos, crujir de gargantas,
que han barrido solos, noches de esperanzas.
,
Calma fría que desgarra.
Recia ventolera, maltratando llega.
Mastica, nos traga, sonríe, escupe en silencio.
Maltrata la calma.
No pises tu sombra, no vuelvas… ¡Tú puedes … escapa!
¡Da vida a tus alas!
Si el mechón de pelos,
estrelló su plata
sobre el viejo cieno,
no caigas de nuevo,
no escuches al viento,
no enfangues tus plumas.
Pon proa a tus sueños.
¡¿A qué esperas?!
¡Bate, bate alas!
Empuja hacia arriba.
Que choquen sus dorsos,
con sonidos sordos,
orgullo de alas.
Y no olvides nunca,
vayas donde vayas,
que en tierras ungidas de traiciones,
tú jamás te poses,
que no hay esperanza.
III
Cuando paso por tu frente,
me doy cuenta de inmediato,
que seguro he de quererte
y no sólo por un rato.
Tu jardín huele distinto,
es laberinto de amores,
es un locuaz ladronzuelo
de las flores que yo he visto.
Acertijo titubeante
rompe todos mis instintos,
este amor desconcertante
paradigma del hechizo…
Cuando de pronto amanece
y mi amor es sorprendido
por la seda de tu risa
resbalando hasta su oído…
Encontraste de repente,
de rodilla suplicante,
muy escondido y tembloroso,
mi fugaz adolescente.
III. I
«Pobre mi farola sola
empujando tristes sombras,
quiere saber de las nubes,
si es verdad que existen otras.»
IV
Mi poema es ya un andar rutinario.
Busca las leyendas de amores pasados.
Revueltos cabellos les cubren los ojos.
Sus labios parecen dos pañuelos rojos.
,
Cuando su mirada, busca entre las ramas,
los rayos dorados más tenues que hayan,
se encuentra al Silencio,
se había dormido,
dentro del abrazo, de un nido escondido.
,
Mi poema arrastra un suave murmullo,
es cascada alegre si no está vestido,
va hurgando las cuerdas de arpas de piedras,
que duermen tranquilas en las aguas quietas.
,
A veces parece un plumón perdido,
que ha encontrado el aire en horas discretas.
Es de un suave rosa cuando se despierta,
es de un tacto tibio, que presta el abrigo,
es la ola suave que hurga en la arena.
,
Pero si le humillan allí donde pisa,
se torna en el rojo del más fiero enojo,
suelta las tormentas que están encerradas,
entre los barrotes de las noches negras.
,
Mas cuando se calma y le llega el olvido,
llena sus bolsillos de las flores secas.
Vuelve a alimentarse de hojas que vuelan,
las caza flotando si caen de los gajos,
que llevaron frutos en la primavera.
V
Mi vida son esas sendas que se muestran si se marcan las pisadas,
que han caído cada día,
de unas piernas herrumbrosas
y arrasadas.
Las atraviesan caminos que improvisan desde adentro,
y aparecen de la nada.
Esos casuales encuentros, que no escoges,
y germinan sin regarles, van buscándose algún sitio
en tus macetas rajadas.
.
Cuando me fui de mi tierra,
de sus verdes y matices,
como huyendo de serpientes,
parecían las gaviotas
perplejas con mi derrota.
Se quedaron mis suspiros como alisios que, perdidos,
soplan en mil direcciones y no encuentran el atino.
.
Me desprendí de pasiones con cabriolas de cervato,
que pensaba que el barranco no vigilaba sus saltos.
Ese amor que fuera vino, fue pretérito escondido,
y quedó en la otra orilla,
con el alma sorprendida
y las manos levantadas despidiéndose de nada.
.
Y así fue que salté de pronto el océano indolente,
abrazado por las nubes que cambiaban al instante,
sus figuras de querube.
Entraban esa mañana sus algodones y lanas, acariciaban mis manos
y se volvían lejanas.
.
Tus brazos no se equivocan, madre mía.
Se abrazaron a mi cuello como cordones de acero.
Haz sido el ramo de flores que vive siempre en la sombra,
y me espera desde entonces,
sentada en el horizonte,
alumbrando mis fracasos y mis pálidas victorias.
.
Echo de menos la lluvia que de pronto cae e inunda
a todos los recovecos, tal parece mar adentro.
El canto de aquel Sinsonte que dejaba en mi ventana su melodía lejana.
Y al Colibrí que llegaba,
cuando justo amanecía,
se perdía entre las flores de néctar de Cundeamores.
.
Me acompañan mis poemas.
Siempre se sientan conmigo a mirar atardeceres,
con sus luces que se duermen,
y a cotejar mi zozobra y el dolor que trae la sombra.
.
Que soy un hombre sencillo, con un curriculum corriente,
que bebe siempre en las fuentes,
que destacan por la clara luz que atraviesa sus aguas.
Con mis alas de gorrión, y sus manchas pardas grises,
estoy dispuesto a morirme el día en que se me avise.
Permanentemente busco, la alquimia de los poemas,
y por eso sueño, rezo
y les juro, moría,
porque jamás nazca un canon, que encierre la poesía.
VI
¿Son besos o latidos?
Ya no sé, hace tanto que no vivo…
A ver: si es silencio y gemido,
si no se agotan,
si rectan hasta tus labios y son tibios,
entonces son besos.
Los latidos son cuando te acercas.
Cuando te alejas no,
cuando te alejaste,
ese golpear eran lágrimas.
VII
Si supieras chico ambiguo
que esa confusión es bella
magia erótica que invita a estrujar el papel
con todos los tactos
ya olvidados de mis manos.
Jugueteas.
Sabes el poder de tu piel,
¡resbaladizo corcel encabritado!
Muestras el atlas de ecuadores palpitantes.
Defines tus orillas por dos lados pronunciadas,
de humedades tibias.
Me muero por oler tu cuello de nueces,
cabalgarnos,
dejar las monturas y arneses.
Galopar por caminos no previstos,
de sábanas blancas,
valles de almohadas e intrincadas pelvis.
Quiero ver nuevamente,
aquella mirada confusa,
asustada.
Mariposa que abandonó la envoltura
y sorprendida …
vio sus alas.
VIII
Ya tus besos se han muerto,
han dejado ese rastro de los labios marchitos,
cuando caen en el suelo,
y se han hecho pedazos.
,
Otra vez mar adentro,
otra vez el desierto me circulan por dentro.
Con tu andar que acaricia la hierba,
como sólo se mueve un astuto felino,
sorprendió mi prudencia,
la asfixió simplemente,
enredando su cuello con abrazos torcidos.
,
Ahora sé que no existes,
otra vez las cenizas,
que con grises matizan,
mis cabellos revueltos,
de marino asustado.
,
Mi esperar agoniza,
muere lo cotidiano en mis frágiles manos.
Vuelo yo a la deriva,
con las alas fingidas,
y las negras tormentas de poemas oscuros,
van golpeado mi rostro y lo dejan desnudo.
,
Queda sólo un octubre y mi andar solitario.
Y en el falso silencio,
de mi antigua repisa,
he enmarcado el instante del segundo apurado,
que dejó como huella,
mi mirada serena y tú cara hacia un lado.
IX
Los dedos del diablo,
delgados, cuidados.
Sus uñas rojizas,
del tono del fuego.
Su traje es a cuadro
muy bien ajustado,
marcando su cuerpo
que es casi perfecto.
Me miran sus ojos,
de un fijo siniestro.
Recoge su pelo,
con gesto lascivo,
con un solo dedo,
detrás de su cuello,
que yo ya venero.
Observa mi cara,
va abriendo sus labios,
mi piel está ardiendo.
Su lengua la veo,
detrás de sus dientes.
Y entonces de pronto,
me arroja su aliento,
y ya voy muriendo.
Me abrazan las brasas,
con un sólo beso.
X
Tic tac, tic tac, tic tac,
tic tac, tic tac, tic tac,
tic tac, tic tac, tic tac,
tic tac, tic tac, tic tac …
y no llegas…
Tic tac, tic tac, tic tac,
tic tac, tic tac, tic tac,
tic tac, tic tac, tic tac,
tic tac, tic tac, tic tac …
y no llegarás…
XI
El aire se riza en todo mi cuerpo,
mis ondas de tela se atan al asta,
de aquella manera gentil y altanera.
Un día dijiste: “bandera que flota,
¡reinarás tan alto,
temblarán de veras!»
Entonces el aire, el gélido vuelo,
y tú que no estabas,
cuartearon mis manos, mataron mi espera.
Sólo pretendía, el que tú me izaras cada medio día.
Mi sombra está lejos, mis flecos se asoman,
al vértigo eterno,
me agarro con fuerza.
Entonces me alzas, me elevas tan alto, que ya no te veo.
Me siento tan solo, no estás a mi lado,
me entregas al viento.
Mareas de seda rodean tu barca.
La alcanzan, la mecen, abrazan su proa.
Han pasado días y noches atentas
al frágil planeo, de hilos que rozan, y luego se enredan.
Parece que flota la ingrávida seda.
Es cruel espejismo, es una quimera.
Sólo queda el rastro de espuma de encajes, detrás de tu huida,
que sólo me dejan,
el pálido ondeo atado a la cuerda,
golpeos del viento, ondear macilento,
el más terco ruido,
el de las tormentas,
y achaques de tela,
de vieja bandera.
XII
No entiendo tus versos,
sí el estribillo de las horas,
su ritual tartamudeo de segundos y minutos.
No comprendo tus inviernos.
Sí las dunas y su seca ingravidez de pensamientos dorados.
Mi corazón desvaría.
Hoy soy tu rutina, mañana tal vez,
desnudo, seco y solo …
Tedioso ritual para siempre.
XIII
Buscó el talón en mi oscuridad.
Los dedos bien entrenados,
los agujeros hambrientos,
protuberancias erguidas.
Confundió pelvis con risas,
pechos con labios,
despertares con heridas.
Buscó la tímida oreja,
la humedeció con saliva.
Y con un néctar amargo,
dibujó toda la acera que resbala por mi orilla.
Dejó mi cuerpo brillando,
lamido como si fuera un parto.
Me dio pena su buscar.
Sólo encontró su tristeza,
y yo le escondí la mía.
XIV
Mi mar es de cicatrices.
Flotan todas. Van chocando esos tatuajes grises.
Aunque pesan, no se hunden, me persiguen.
Yo quiero escaparme de ellas,
y ser conducido,
por las profundas mareas.
Que las corrientes inmensas, oscuras y polvorientas,
me arrastren, me alejen.
Que no dejen que mi ancla se entretenga mucho tiempo,
entre las absurdas piedras.
XV
Tus besos cercan mi boca, como zona peligrosa.
Es un barranco que guarda en el fondo,
una orquídea temerosa.
Mis labios se precipitan,
escalando tu barbilla,
es una trampa que está muy escondida,
y yo seguro, la presa furtiva.
Tu manantial cristalino de pronto,
salpicó toda mi roca,
se muestra siempre clemente conmigo,
si me baño entre sus olas.
Yo beberé ese néctar contigo
de las flores peligrosas.
Mientras tu tengas tu beso escondido,
entre lirios y mimosas.
Si me faltara el rozar de tus labios,
moriría seguro con prisa infinita.
La razón de mi clara sonrisa,
son los besos intensos que agitas.
XVI
Los suspiros huelen a flor guardada en un libro.
¿O … a trozos de brisas cansados de flotar?
Los míos …
Ay¡, los míos, van disfrazados de fragancia.
Cuando pasas, yo los echo a volar.
Parecen pañuelos de seda
que fingen un aroma.
XVIII
Ay¡ Lunita redonda, zalamera,
si en un lago lavaras tu cabellera,
yo estaría peinando tus hilos platas,
la vida entera.
XIX
Se han elevado en el aire,
mil temores diferentes.
Unos van con esa gasa grisácea en el cuello,
y los otros, reptando como serpientes.
,
Se acercan a mi lado de nuevo,
las mañanas de seda ligera,
el sereno brillar de tu frente,
y tu sonrisa que quedó grabada en mi mente.
,
Y en tu mirada serena,
se haya el cariño escondido,
cansado de haber extraviado el camino,
y que estés tú aún, cómo dormido.
,
Miedos y amores alados,
brazos qué abrazan de veras.
Tus besos de tierna granada en mi boca,
y yo flotando como una bandera.
XX
¿Y si no existieran dioses
y los ritos han sido vanos sacrificios?
La sangre sólo fue por la tierra tragada.
Las espinas sellarían apasionados besos,
los labios de púas llenos.
El agua no ahogaría,
sólo quiere que recuerdes tu pasado de pez,
tu cuello de branquias,
el vuelo sereno
de cabellos verdes persiguiendo tu cara.
Ni hay noches, ni cometas,
sólo un lento pestañear entre amaneceres.
Los días, entonces, doce horas concretas.
No habrían sueños, ni sábanas blancas callendo en cascada,
ni almohadas flotando en el suelo.
¿Y el amor…?,
sería sólo eso,
simplemente,
cuatro letras.
XXI
La coqueta mariposa,
tiene empolvadas las alas,
el canario que la acosa,
lleva almidón en el alma.
.
Un ángel se había mojado,
sus alas se han estropeado.
El cisne que está en el lago,
tiene plumas de alabastro.
.
Las hormigas voladoras,
tejen sus alas de seda.
Al zángano que retoza,
le han cerrado la colmena.
La libélula y el hada,
han confundido sus alas.
El insecto se sonríe,
la maga está muy asustada.
Mi corazón tuvo alas,
eran color escarlata.
Tus tijeras afiladas,
destellan como la plata.
XXII
Amor.
No me complace esta palabra.
Edulcorado sustantivo.
Eco de huellas, quemaduras,
dichas secas.
Ya no hay lágrima, se agotó su tintineo.
Es arrecife de piedra que cuelga de la cascada,
simulando piedras lisas tapizadas de algas.
Cuando bebes sus aguas,
agazapadas: aristas discretas se esconden.
Mi diana sabe de su herir.
Pobre corazón, pobre ilusión, pobres párpados míos.
Pobre reloj,
pobre su paciencia infinita.
Cuchilla sobre cuchilla,
cicatriz sobre cicatriz,
sangre, sobre sangre dejas.
Caigo sobre el agua rojiza,
témpanos de sal y olvidos afilados,
me abrazan.
Tatuados latigazos en mi orgullo,
agonizante ingenuidad que espera.
Turbias marcas en una frente que no es mía.
No hay oasis, no hay palmeras,
ni eternas sombras,
ni agua fresca,
ni aire sin arena.
XXIII
Haikus
–
El rayo que huía,
equivocó la senda,
titubeante.
–
Fue ese viento
que al empujar la puerta,
te dejó libre.
La mariposa
miró a la crisálida
y no la creyó.
–
Aquella oruga,
tejió la seda que usas,
con hilo rojo.
La luciérnaga,
no sabe si muere el sol,
o sólo duerme.
–
El blanco jazmín,
nunca vuela a la luz,
sólo la acecha.
La amapola
no encontró deslumbrante
su mariposa.
_
Las hojas caen
sin golpear la tierra,
sólo acarician.
XXV
“Los peces son los pájaros del agua,
que no saben que ellos pueden
posarse en corales malvas.
Sus nidos hechos de espumas
pespunteados por las algas.
La olas mesen las cunas
de sus perlas como lunas”.
XXVI
El cielo quedó manchado,
puntos grises lo cegaron por un rato.
Los vencejos me miraron,
con todos sus ojos negros.
El aire enjuga sus plumas.
Sus alas son cimitarras que cortan rápido al viento,
y su cola, abanico que se aleja veloz hacia el firmamento.
Mis piernas lentas, se agarran, enfrentándose al camino.
Conversan mucho entre ellas,
no piensan que morirán,
y sí que en las cuestas hay,
un banco de fresca madera,
con sombra de sicomoro y montones de azucenas.
Que seguirán recorriendo senderos más inclinados,
torcidos algunas veces, otras más agradecidos.
Quisiera tener dos alas y alzarme en un vuelo eterno,
para mirar en la altura, donde reposan mis sueños.
Planear como si aprendiera, los pasos de alguna danza,
y saludar con mis alas y que se escuchen mis trinos,
y se llenen los oídos de la frágil esperanza.
XXVII
_ ¿Y ese olor a besos?,
_ ¿Preguntas …?,
los míos.
XXVIII
Un día se levantará.
No será más parte de tu cama.
Ni será acogedora, ni blanda, ni fiel amiga.
Aunque sabe tus secretos,
sorprendida quedarías.
No se replegará aturdida, cuando recuerde a tu frente,
como un trasiego incesante,
de pensamientos prohibidos que escuchó sin un reproche.
Y un día la abrazarás. Nuevamente dormida.
Ella que conoce ese apretar ajeno desde siempre,
hoy no lo guardará por debajo de su ajustado vestido,
donde apenas entran tus manos,
donde apenas cabe un suspiro.
Y un día tu almohada huirá sin remordimientos,
de tus lágrimas cansada,
desplegando sus enormeeees… alas de plumones blancos y suaves,
y desde arriba, confundida con las nubes,
sonreirá y te dirá adiós.
XXIX
Ay¡ esas banderas blancas,
cuándo elevarán mi cuerpo.
Sobrevolar las borrascas
como si fuera un vencejo.
Sentir el batir de alas
como lo he oído en mis sueños.
Nunca más me posaría
Si me levantara el viento.
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