Claustros
En claustros está incubándose la misma maldad
Es tan cínica que intransigente pasa desapercibida
Por redondeles con visión nocturna, que parecen
Por un momento visiones extrasensoriales, que evitan
Pertinentes que todo lazo de diafanidad no se confunda
Y entre en terrenos baldíos y desconocidos por la frialdad
La maldad incuba allí.
La bruma ataca
La incesante bruma ataca al ser
De carnes laxas
Nubla, intrépida, sus vistas,
Sus levantadas narices
Ahondan
En un gas que parece la muerte misma;
El estrepitoso olor a muerte llena
El aire sucio y lleno de inmundicia
¿Por qué estar bien, si estar mal es más digno?
Es lo que se pregunta ahora.
Una verdad estridente
Mentimos acerca de nuestros finales,
Mentimos, mentimos, mentimos…
Mentimos acerca de nuestros inicios,
Mentimos hasta en nuestros sueños
Y aun así ellos no protestan.
Mentimos de maneras ininteligibles,
De manera insulsa y en ocasiones
De manera inocente; no damos cuenta
Pero eso no cambia nuestra posición,
Ingenua cual niños o gatos;
Llenamos la psique
De una inteligencia anónima
Un grado de inteligencia aprehendido
Y mecánico, incubando en nosotros
Una inteligencia que utilizamos
Cuando la conciencia se convierte
En una roca en el cuello que poco
Nos deja respirar; ataca y se centra
En nuestras sienes calcinas y cansadas
Y es cuando el ente agradece
Mayúsculo gesto desagradable
Pero traga su cólera hirviente
A conciencia, como cerdos estúpidos
Nos damos a la faena de usufructuar
Nuestra inteligencia magullada.
Restaurar
Madre, todo se restaura,
Todo tiene su repuesto
venganza
se enjugó el rostro a conciencia
como si su vida
de ello dependiera;
tergiversó sus propios pensamientos
¡llegó la hora de ajustar cuentas!
sus pensamientos volátiles y deleznables
le hacían sangrar a borbotones
el cerebro y ello sus neuronas.
Allí es cuando el cadavérico cuerpo
se remolca inquieto
en un pavimento que tiene como
enchape.
La miseria no puede ser mayor
todos en conjunto;
pensamientos, neuronas , cerebro…
estallan y se depuran así mismos
vaya si la venganza es dulce como
como la sangre de cordero;
o eso al menos piensa el descorazonado
ser que se destruye así mismo
y a su pueblo consigo.
pero que imbécil se siente ahora este
saco de huesos, que ahora divaga
estrafalarias enseñanzas, anécdotas
estúpidas e insipientes.
estalla el rojo vivo…
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