El disparo fue directo a la pared y su sonido se propagó con un eco que parecía el estallido de un cañón.

La señora de la casa sobresaltada empezó a gritar: ¿qué pasa?, ¿qué es ese estruendo?¿Oliva que daños está haciendo en el baño?…

Oliva que se estaba duchando, exclamó: ¡no pasa nada, mamá!, acá no es, no moleste.

Entonces corrió para la cocina, el cuarto de la hija, la sala…y no observó nada anormal. No quedaba sino la pieza de los dos jóvenes estudiantes que hacía poco vivían allí en alquiler. Golpeó de manera insistente y preguntó que si había sucedido algo allí en la habitación. Ellos abrieron la puerta y dijeron que habían escuchado como un golpe fuerte pero que no sabían de donde venía.

Ella sobresaltada la emprendió otra vez con la hija y se acercó a la puerta del aseo gritando: ¿Oliva que mal ha hecho?, salga de ahí de una vez, seguro que ha dañado la ducha eléctrica…

El suceso se saldó con una discusión entre la madre y la hija, tratando de buscar una explicación coherente y que las llevó a estar enfadadas por unos días.

A los 19 años me fui de casa, estaba estudiando Ingeniería Civil en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá y alquilamos un cuarto con un amigo de infancia que también era estudiante, en la Facultad de Biología. La habitación pequeña tenía: una cama semidoble, un pequeño armario y una mesita; estaba ubicada en la calle 2ª sur a la altura de la carrera 34 del barrio La Asunción. 

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Facultad de Ingeniería

Un domingo de diciembre de 1979 mi amigo y compañero de andanzas, Carlos, sale muy temprano de casa para ir a entrenar con unos muchachos y yo me quedo estudiando. Llega hacia las trece horas contento y emocionado con las experiencias ocurridas en la mañana, me encuentra leyendo el libro del australiano Walter J. Broderick: “Camilo Torres, el cura guerrillero”. 

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Sin suspender la lectura le escucho que estuvieron practicando polígono con armas cortas en el Alto de Mondoñedo muy cerca al municipio de Mosquera. 

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Mondoñedo

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Mosquera

Empieza a enfundar y desenfundar un revólver Smith Wesson calibre 38, al mejor estilo del oeste americano, sin darse cuenta aprieta el gatillo y sale una bala a gran velocidad y se incrusta en el muro a escasos centímetros de mi cabeza. Me encontraba sobre la cama recostado, estaba tan relajado y entretenido en la lectura que no me sobresalté con el suceso y me dio un poco de risa, mientras Carlos me decía: “¡no se ría negrito que casi lo mato!”. Le contesté que tranquilo que solo era un susto, y casi al instante, la señora ya estaba gritando por toda la casa preguntando por ese ruido que parecía un trueno.

El hueco en la pared lo rellenamos con chicle del mismo color de la pintura y para cubrirlo, sin dejar huella, pegamos una estampa de la virgen María Auxiliadora.

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Calle 2ª sur Carrera 34 – Barrio La Asunción

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