Me gusta, pero, ¿podría definir por qué?, es mona, resultona, eso no se duda. Para mi desgracia hay demasiadas mujeres guapas y atractivas. Sigue manteniendo su figura, igual de sugerente que cuando nos conocimos, una belleza indescriptible con un brillo especial en los ojos, negros como azabache, más que un rostro bello. Morena, melena y grandes cejas, mediterránea y con mucho carácter.
A mí me asoma la barriga, curva de la felicidad le llaman, tampoco puedo hacer alarde. ¿Soy feliz?, ¿tanto ha carcomido la rutina nuestra relación?
Necesito mirar sus ojos, debo centrarme en sus ojos, en su mirada llena de amor y reforzar mis sentimientos, porque lo que me inspira es ternura. Sí, ese el sentimiento: ternura. Parece que hablo de una mascota.
Debería contarle qué pienso. La felicidad es la sinceridad, o al revés, no recuerdo exactamente el orden. Remarca esta virtud cuando hablamos de nuestra relación. Yo no pienso igual. El exceso de sinceridad roza el cinismo. Incluso ella, con su fuerte personalidad, no soportaría conocer la verdad o al menos no como yo la observo, ¡qué digo! Ni siquiera entendería mis dudas.
– ¿En qué piensas?
– Eh, en nada en nada.
– No se puede “pensar en nada”.
– Los hombres necesitamos esos momentos, se llaman momentos celda.
– No me cuentes otra vez esa historia, tienes que dejar de leer a Punset, o pronto parecerás una bombilla blanca como ese señor.
– Vale, vale. ¿Tomamos la última en ese bar?
¡Y dale con las canas! Ya vuelve a la carga, chica me hago mayor, ¿y qué? La vida es así. Qué bien sabe sacarme de mis casillas, directamente no me dice nada pero lo dice todo.
La chica que conocí ayer me encantó ¿y a quien no? Hablamos un par de horas, no recuerdo el bar. Se llamaba María, no Manuela, da igual, no sé si volveré a verla. Me encantó, algo apocada, coqueta y rubia; y qué ojos verdes, me traspasaron, parecía adivinar mis pensamientos. El sabor de la victoria cuando sentí que era mía, me imaginé con ella, en la cama, en el sofá, dando un paseo, viendo una película, una relación de ensueño. Todo es genial.
Carlos siempre dice lo mismo, todos proyectamos nuestras relaciones en otras personas, hombres y mujeres, sin distinción. Vaya tontería, pues claro, todos queremos lo bueno de la relación con alguien nuevo e idolatrado y evitamos ver los defectos, tanto los de nuestra pareja como los nuestros, los conocemos a la perfección y los odiamos, sobre todo convivir con los propios.
¿Dónde están Carlos y Juan? , salir con ellos es más fácil. Hablaríamos de la chica rubia o el partido de ayer o los coches de hoy, no pensar, no fingir, chulear y vacilar a grupos de chicas o beber y reír, no pensar. ¿Debería contarle todo? ¿Sincerarme?, ser mejor persona: comunicarnos, ¿Soy cruel?
– Nena, Te quiero. Y juntos, de la mano, continuaron su camino.
FIN
CALLE LEDESMA, BILBAO
OPINIONES Y COMENTARIOS
comments powered by Disqus