Y de pronto estaba ahí de camino a mi casa una mano atravesando una reja de una casa .Al principio pensé que alucine, me preguntaba de donde salía, y por unos segundos me olvidé, hasta que un ciclista que venía delante mío la esquivó. Atrás venía yo a paso lento, tranquila agradecida de llegar a mi casa y descansar. El día estaba hermoso podía seguir caminando 20 cuadras más, pero ya quedaba poco para llegar. Pero esa mano me llamaba, me detengo, inclino la mirada y tras las rejas veo unos ojos grandes, celestes, tristes, pidiendo ayuda o saludando. Quise descubrirlo. Sus uñas estaban amarrillas, sucias, quebradas. La otra mano sostenía un puñado de monedas, con una fuerza, que a pesar de lo poco que podía sostener en pie, ahí estaban hasta transpiradas. Una mano con vida y la otra incapaz de mantener el pulso, pero con historia, herida, quebrajada queriendo tender a otra.
El señor tendría unos 70 años, muy mal llevados, no llegaba a escucharlo su voz era muy débil, y no podía nada más que repetir: cigarros, cigarros, cigarros… Mientras que lo escuchaba la gente seguía circulando y observan distantes, pudiendo sentir su frío, en medio de esa calurosa tarde. De repente del interior de la casa se escucha una voz aguda: adentro, por favor… Él estaba en una casa de ancianos abandonado al igual que el lugar que se encontraba. No lo pensé, crucé la calle, y se la compré rápidamente, se lo que es la abstinencia y lo efímero de sentir unos segundos de placer. Quería regálaselos a esos ojos, que por segundos podría ser mi abuelo, mi padre, mi profesor. Se la entregué y la mirada de ese señor perdido, muerto por un momento cobró vida o eso quise creer.
Volví a mi casa, con la imagen de esa mano y el olor de él en las mías. Al otro día pregunté por él, nadie respondía el timbre, quizás era un sito que no estaba acostumbrado a recibir visitas, Al rato sale una mujer, le describo el señor y me informan que falleció y sentí una sensación rara mezcla de alegría de cumplir el último deseo de alguien y tristeza. Pienso que todos tenemos que tener un último deseo siempre y alguien que te tienda la mano.
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