La calle perfecta.

La calle perfecta.

I K

18/03/2016

Nació de la avenida escaleritas en las Palmas de Gran Canaria, siempre quiso ser ideal por eso le pusieron Doña Perfecta. Tuvo dos hermanos. El primero, Federico Viera y, el segundo, Don Pio Coronado. Vivió siempre con los pies en la tierra y un poco atormentada por causa del Realismo y el Tormento de su alma. Su pretendiente Máximo no pudo impedir que ella se uniera en matrimonio con Don Pedro Infinito, quien se enamoró perdidamente de ella por ser tan misericordiosa y pidió su mano. Acompañada a la boda llegó de su madrina Tristana junto con su compañera de colegio Jacinta y, como no, Sor Simona, su educadora.

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El testigo fue Antón Caballero que portaba los motes de El Audaz y Alceste y el Oficiador de la inolvidable misa fue el mismo Obispo Romo. La enamorada de Pedro Infinito, Agustina de Aragón, se ofendió tanto por el suceso, que decidió cambiar su vertiente y se recluyó en el esparcimiento del complejo deportivo de Rehoyas y vive allí mismo en el parque. La luna de miel fue en Cádiz y el quincuagésimo aniversario en Zaragoza. Vive próspera, cada vez es más concurrida y los vecinos dicen que es la mejor. Sabe ganarse el cariño de la gente y se preocupa de tener todos los servicios para su comunidad.

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En ocasiones le faltan algunas cualidades y virtudes, pero su esposo, en primera instancia, le ayuda a mediar los problemas. Esperamos que se conserve muy bien por mucho tiempo; que el alcalde se preocupe de mantenerla en forma y que en caso de deterioro o enfermedad se le brinde lo necesario para que se pueda recuperar. Tiene muchos lugares de esparcimiento y día a día los transeúntes sienten su frescura por las mañanas y las noches, por las tardes es ardiente y se sofoca de calor, es cuando menos se la aprecia, pero se reivindica al llegar la tarde porque se engalana y canta los hits flamencos más modernos de la radio, encamina a sus inquilinos hasta las paradas de autobuses. Cuando se aburre un poco mira hacia el Parque de San Telmo y luego se pone romántica con el sonido del mar. Todos los domingos oye las campanadas de la Catedral de Santa Ana y reza en soledad mientras por todas sus casas van buscando adeptos los testigos de Jehová. Lo que, si disfruta de verdad y no es porque le guste vivir de la patada, es ver a los hinchas gritar y cantar cuando sus equipos locales derrotan a sus visitantes, es cuando corren ríos de cerveza y una gran algarabía dibuja una sonrisa en Don Infinito, que es dadivoso y tolerante. Que viva por muchos años y disfrute de su isla soñando con ir un día a la península y quedarse plasmada en una revista de la capital.

Historia arquitectónica.

Calle Doña Perfecta. Las palmas de Gran Canaria. 

Fin.

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