¿ESPÍRITUS EN LA CALLE DONDE VIVO?

¿ESPÍRITUS EN LA CALLE DONDE VIVO?

Amalia B.C

17/03/2016

    Todo lo que os voy a contar, sucedió una noche. Sobre las once y media bajé a mi perro a pasear, como todos los días. Cogí el ascensor y bajé hasta el portal. Desde dentro, observé, que la farola que alumbraba mi calle se encendía y apagaba como si se fuese a fundir. Presentía que esa noche me iba a pasar algo extraño. No se… lo intuí.

   Observé que en el paseo que tengo frente a mi portal, había un hombre sentado en un banco. Permanecía agachado sujetándose la cabeza.

     Como de costumbre mi perro tiraba y me deje llevar. Cruzamos hacía el paseo y Kratos, pues así se llama el animal, se acercó y le meo en la pierna. Tire de la correa y como pesa tan poco, le lancé hacía atrás regañándolo al instante.

       ─ Perdone, este perro…  — me disculpé.

      Él levantó la mirada y yo me asusté. Su rostro estaba extremadamente blanquecino y al mirarle fijamente, observé, que poseía unos enormes ojos negros, vacíos e inertes. No parecía que me mirará, mas bien parecía ido. Pensé que estaba borracho y me fui alejando poco a poco. Él no me dijo nada, tan solo, volvió a mirar hacía el suelo.

        Kratos se quedó parado a unos cuantos metros. Empezó a olisquear cerca de un árbol que había a mi izquierda y yo disimuladamente miré de nuevo hacía el banco. El hombre se había levantado. Intentaba caminar, pero no podía. Le vi tambalearse y le oí llorar.

    Realmente me estaba asustando y estaba deseando que mi perro, terminara de hacer todas sus necesidades. Cuando de pronto… él empezó a gritar;

        — Dejadme en paz. No quiero…

   El hombre se cayó de rodillas en el suelo. Yo le mire y no dude en acercarme. Quería ayudarle. Cuando llegue a su altura le ofrecí mi mano y él accedió y me cogió la mía con fuerza. Sentí, como una corriente eléctrica me recorría todo el cuerpo. Fue mágico. Púes nunca había sentido nada igual.

     Me dio pena. Era como si al tocarme me hubiera transmitido todo aquel dolor que él sentía. Le ayudé a sentarse de nuevo en el banco. Yo me senté a su lado. Necesitaba hacerlo y no sabía porque. Ya no sentía miedo, si no todo lo contrario. Quería ayudarle

     — ¿Quien eres? — le pregunté.

     — No puedo decírtelo. — contestó.

     — ¿Quieres que llame a una ambulancia?

     — No hace falta yo ya estoy muerto.

     Me levanté del banco de un salto como si algo me quemará el trasero. Le miré muy sería y le volví a preguntar;

     — ¿Quién eres? 

    Mientras esperaba una contestación por su parte, mi perro volvió a tirar de mí provocando que yo me girará para mirarle, echó un pis y cuando controle la situación, observé de nuevo a aquel extraño hombre. Me quedé paralizada cuando vi, que se desvanecía y desaparecía ante mí. Sentí un pánico inmenso y decidí irme a mi casa. 

                                                                                                                                       

                                                                                                                                      FIN

                                                                                   C:/ ARROYO DEL OLIVAR, MADRID

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