Sueño de una vía truncada

Sueño de una vía truncada

A pesar de llevar el nombre de una cantiña, aquella esquina no era el lugar adecuado para la espera y aunque el azahar se adelantaba cada año en su naranjo, la concentración de humores hediondos impedía a la primavera avanzar por dicha calle.

EL cúmulo de trastos y cartones amontonados era tan grande como la historia presente en cada uno de ellos con un final desconocido para todos menos por el encargado de convertir en presente esas historias que allí se apreciaban como basura.

Quizás el nombre de la calle predestinó al individuo a ser errante, un nómada de la vida sin nada que perder,  más que su vida propia, que valía tanto cómo todo lo que esa esquina guardaba, un romero sin ermita ni creencias, sin futuro ni presente, un ser que perfectamente podía cumplir los mismos años que la esquina Romera, algo más de diez lustros de vida.

La calle hablaba por él, o más bien por sus hechos, la calle le insultaba, le exigía un orden de la vía pública, pero él jamás entenderá el concepto de orden,  pues toda su “vía” que era una vida andaluza había sido pública y perdida desde su infancia. Poco a poco el caos se amontó en su corazón perdiendo el rumbo de su vía y de aquella vida que una vez soñó. 

Se rodeaba de seres con intereses creados, que perseguían  un techo donde dormir y alguien a quien engañar. Los valores de su persona se iban devaluando al mismo tiempo que las propiedades de la  calle,  tanto como su estatura o la calidad del veneno que en esa misma esquina una vez vendió.

Aquel  barrio siempre había tenido fama de obrero, y aunque el arte de sus calles no sólo se reflejaba en los nombres de las mismas, esa esquina había perdido el encanto que siempre quiso tener. Aquella calle era un contraste de colores y olores, de rosales y geranios arrancados por la envidia y el vaya  usted a saber quién fue; pero al llegar a esa esquina la desesperanza, el hastío y el abatimiento se unían a la podredumbre de parte de una vida y todo lo que allí había amontonado durante esa semana.

Un geolocalizador mundialmente reconocido, la bautizó La Romera como a una ramera cualquiera; pero ni las putas de bajo coste pararían en esa misma esquina, donde la dejadez de una vida había ocupado el lugar llenándolo de tanta escoria y putrefacción que ni la misma parca se atrevía a parar para llevarse aquella vida olvidada. FIN

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Esquina C/ Romera Polígono de San Pablo Seilla 41007

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