De nuestra calle al Olimpo

De nuestra calle al Olimpo

A mis amigos del barrio, con mi eterna gratitud.

Por aquellos años tan felices, vividos

en la calle, que nunca olvidaremos.

Acabamos de terminar de cenar en la Cervecería Las Tres Columnas, situada al final de nuestra calle. Estamos en el Bar Do Compañeiro de nuestra niñez. Desde hace veinte años nos reunimos para pasar una velada agradable, para recordar. Juancar no suele acudir, no vive en Madrid. Casi todos peinamos canas, somos cincuentones. Estamos tomando las inevitables copas tras la opípara cena. Sorprendo a mi amigo Pablo, copa en mano, mirando hacia nuestra calle, ensimismado. Tiene clavadas sus pupilas en el edificio de enfrente, donde hacía muchos años estuvo nuestra valla. Una amplia sonrisa y los ojos vidriosos le delatan. No necesito preguntarle nada, se dónde le llevan sus pensamientos. Siento un impulso irrefrenable, le doy un emocionado abrazo. Al instante, una fuerte sacudida me traslada hacia tiempos pasados que no volverán.

Fue un domingo de mayo del año 1986. En aquella lejana tarde de la primavera ateniense subimos al Olimpo de los Dioses. Aunque solo jugaba Juancar, todos nosotros nos proclamamos Campeones de Europa de la categoría sub 16. Aunque Juancar fuese el único seleccionado, todos nosotros sudamos como él la histórica casaca roja para ganar ese partido final. Mientras sobre el césped del imponente Estadio Olímpico de Atenas Juancar saltaba de alegría, consumada la victoria sobre los italianos, todos nosotros reíamos emocionados a miles de kilómetros de distancia.

Todo había empezado muchos años antes, en una pequeña y escondida calle de un barrio del distrito madrileño de Carabanchel. En esa calle crecimos, allí fuimos amamantados, nuestra calle una loba, Rómulo y Remo nosotros. En aquel asfalto donde las horas pasaban veloces quedaron impresas nuestras huellas, indelebles para siempre en nuestra memoria.

Cuando Juancar nació en el año 1970, sus padres vivían en nuestra calle. Tendría entre cinco o seis años cuando le conocí. A esa edad tan temprana se convirtió en uno de los nuestros, comenzó a patear la calle con nosotros. Era el más pequeño tanto en edad –yo tenía nueve años más que él- como en estatura, el benjamín del barrio, casi nuestra mascota. 

En nuestra calle jugábamos a pídola, a las chapas, al bote bolero, al látigo, al escondite, al escondite inglés, al churro-mediamanga-mangaentera, al rescate, al pilla pilla, a las prendas, a las carreras con chapas o con coches de plástico, al gua, a las bolas…. Pero a lo que más jugábamos era al fútbol. Para Juancar no existía otra cosa.

Todo cambió para nosotros cuando apareció la valla. La valla era un solar situado al final de nuestra calle, en la acera de los pares. Estaba rodeado por una alta valla de ladrillos rojos. Nos las ingeniamos para acceder al recinto. Lo limpiamos hasta convertirlo en nuestro campo de fútbol. En esa añorada valla empezó a forjarse la carrera de futbolista de Juancar. Allí, con nosotros sus amigos, todo comenzó pero todo acabó también.

                                                 FIN

         C/ Francisco de Icaza, Carabanchel Bajo, Madrid

En nuestra calle sobre 1970

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS

comments powered by Disqus