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¡Barrio!

De artistas plásticos en talleres falleros.

Modeladores de madera y dibujantes de cartones moldeados.

Maestros escultores de artesanía josefina y monumental,

que una noche se transforma en ceniza voladora…

En fuego de pólvora atronadora.

¡Barrio!

Salpicado de alquerías moriscas y dolientes,

desechadas por la dejadez en épocas inconstantes.

Rodeado de tierras fertilizadas con olor a estiércol,

con agua empantanada en surcos lineales,

Empapada con basura que fructifica las simientes.

¡Barrio!

Frontera distante de la opulencia hambrienta.

Admiro tu diversidad, tu mirada, tu inocencia.

El discurrir, perpetuo, del tiempo recogido.

El trajinar pausado de jóvenes inmovilizados,

aletargados en plazas inexistentes y sombrías.

¡Barrio!

De olores imprecisos y aceras pegajosas.

De nuevas construcciones instaladas en el purgatorio,

olvidadas entre el alquitrán de calles solitarias.

Donde la noche devora sus luces atenuadas.

Donde el escombro se agolpa entre maleza enrabietada.

¡Barrio!

Donde tratantes de automóviles son compradores de silencios

y los silencios se ocultan tras miradas que congelan.

Donde los cachorros regresan mas allá de la frontera

y se camuflan al aflorar por el mar la aurora.

Cuando el bullicio transparente borra la opacidad trasnochadora.

¡Barrio!

De domingo multicolor vestido con trajes exuberantes y eclesiásticos.

Donde se cruzan testigos y evangelistas adventistas.

Donde el culto desgarra una guitarra de gitanos bendecidos

y sus cantos se confunden con africanos metodistas.

Donde lo multicultural es un rito… Un grito de corderos elegidos.

¡Barrio!

De madres que irradian un optimismo poderoso, alentador.

Donde algunos hombres sufren la inanición del pesimismo

y sus infantes son bulliciosos, vitales, risueños y ansiosos.

Niños dueños de juegos que aún huelen a tierra embarrada

y a humedad permanente de acequias milenarias.

¡Barrio!

Ante ti me postro. Eres laborioso y de eterna tolerancia.

Saludo a los tenderos y a los caminantes tranquilos.

Charlo con los que tienen un largo pasado…un corto futuro.

Paseo por sus interminables huertas que rezuman vida

y por el frondoso parque de árboles perennes en continua umbría.

¡Barrio!

Así eres tú, pequeño pueblo. Obrero de artesanía permanente.

Promiscuo, verde, cercano, sucio, conocido, tópico y transparente.

Donde todos nos llamamos por el nombre y ninguno es diferente.

Donde el aire es más limpio que la selva de cemento ardiente.

Así eres y estás, ¡ barrio!. Vivo, presto, dinámico… latente.

CIUDAD FALLERA. ( Valencia.)

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