Vaivenes del sueño

Vaivenes del sueño

A las cinco de la mañana

me despierta el silencio denso

de tu respiración ausente.

Inquietud…

No encuentro tu voz ni tu cuerpo

–susurro de beso y calor–

hechos de noche.

No encuentro tu clara mirada

–transparencia de autenticidad–

hecha de mañana y agua.

No encuentro, árbol amigo, tus ramas

–sostén y abrazo envolvente–

hechas de caricias.

Voz, cuerpo, mirada, abrazo:

os siento tan cerca y tan lejos,

que busco y busco, y no encuentro…

Me rinde al fin la añoranza

y me diluyo en un sueño.

Soñé que me elevaba

para cruzar las fatigadas nubes

de mi fantasía azul y plata.

Tras ellas

tal vez encontrara canciones,

caricias de cálida luz

y paisajes de infinito.

Y hallé tu limpia mirada

y la brisa de tu aliento

y tu inmenso corazón

amante

desde mi sueño despierto.

¿Esperanza?

Un abismo de oscuridad

y en el fondo, una estrella.

Una ola en reflujo

y una piedra en la arena.

Un silencio de hojas

y el canto de un pájaro en la arboleda.

Sensaciones difusas

acompañan mi inquietud

e iluminan mi espera.

Melancolía…

Mi voz escribe tu nombre en el viento,

pensando que tal vez te lleve el eco…

Silencio,

silencio,

silencio…

Atardecer sin mañana,

sin proximidad,

sin futuro.

Con el vacío de tu ausencia presentida

y tu presencia ausente.

Cimas desoladas

y simas insondables

de soledad.

Necesidad de romper mi voz muda

y gritar,

y gritar,

y gritar…

Lágrimas que queman en su encierro

me lloran hacia dentro, inevitables,

y siento que se posa en mí una noche

de olvidos y desiertos lacerantes.

Desconsuelo…

Ojos, vidrios endurecidos

que empañan la antigua ternura

tras una mirada opaca.

Gesto, rechazo que estrangula

la aproximación imposible:

caricia proscrita, abortada.

Labios, filo cortante

que siega la confidencia

–dicha compartida, confianza–.

Palabras silenciadas,

callado grito que se forja

en los rompientes del alma.

Ya, para siempre, con el ayer a cuestas,

solo un sonido de sombras

y agonía sin consuelo.

Abandono…

El hueco visceral se fue colmando

con un dolor salobre, aniquilante.

Formó un molde de ti, en negativo,

que rompo en mil pedazos congelados.

Injerto una esperanza que no fluye:

recuerdo que se enloda en el olvido.

Tiempo…

Despertar: evidencia, duelo…

Resistencia: voluntad, fortaleza…

Me senté a la orilla del camino

viendo pasar la luna

de un lado al otro del cielo.

Escupí un duro sollozo,

miré mi vida por dentro…

y, en un arranque del alma,

sacudí las piedras

que violentaban mis alas.

Crucé de nuevo las nubes

y volé alto, tan alto

que no precisé del viento

para alcanzar un mañana

lleno de nuevos paisajes

de tenue esperanza, y miedo,

entre vaivenes del sueño.

Recomienzo…

FIN

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