Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba en el bolsillo de su pantalón: la carita sonriente, la que lanzaba un beso con forma de corazón, la sonrojada, el pulgar en alto, las manos aplaudiendo, la bailarina flamenca, la ola. Las caras de enfado, la que derramaba una lágrima por el ojo derecho, la que sudaba, la de los ojos corazones, la de la lengua afuera. El angelito, el corazón traspasado por una flecha, los labios rojos, la porción de tarta y hasta el muñeco de nieve. Un pequeño kit de emergencia. Complicada selección había sido. Con eso se apañaría hasta que sus padres entendieran que no estaba enganchado y le devolvieran el móvil.

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