Al derribar el muro de la habitación quedó al descubierto una pequeña sala oculta. En penumbras me adentré en la misma, y lo que allí descubrí me sorprendió tremendamente. Extraños objetos se amontonaban por doquier, apilados unos sobre otros, llenos de polvo y telarañas. Decidí buscar una linterna que me permitiera estudiar mejor mi descubrimiento. Salí y volví a entrar en el cubículo, y empecé a retirar con nerviosismo el polvo que cubría cada objeto, deseosa de averiguar que era lo que se ocultaba tras ello.

Levanté uno de ellos, era pesado y parecía estar fabricado en piel, en la cubierta había algo inscrito pero no podía apreciar bien de que se trataba. Con cuidado lo abrí y pude comprobar que su interior estaba formado por hojas amarillentas, rellenas de signos, signos unidos entre sí hasta formar una especie de código secreto indescifrable.

¿Qué sería aquello?, fuese lo que fuese tenía que averiguarlo. Lo volví a cerrar y lo saqué de su escondrijo, con el fin de llevárselo a mi amigo Leandro. Seguro que él sabría decirme algo más sobre mi hallazgo. Leandro era un estudioso y un enamorado de los objetos perdidos,  y desde luego que  aquello debía ser un buen ejemplar, que le impactaría.

Y no iba muy mal encaminada porque en cuanto vio mi objeto, me lo arrebató de las manos y empezó a buscar en todas las bases de video-gramas. Era alucinante comprobar la infinidad de imágenes relativas a objetos milenarios que existían. Teníamos una ardua tarea por delante.  Tras semanas de investigación, por fin el estudio empezó a dar sus frutos, la primera pista fue encontrar lo que denominaban nuestros antepasados “libros”; eran al parecer composiciones de signos, que unidos entre sí formaban códigos y la unión de estos a su vez terminaban formando una especie de lenguaje primitivo, que nada tenía que ver con nuestra cultura de la imagen y el sonido, y que al parecer podía trasmitir mucho más de lo que nuestra cultura podía imaginar. Era lo más interesante que había visto en mi vida, cómo era posible que eso tuviera un sentido, y ser mejor que nuestra comunicación audio-visual, y si eso era cierto como era posible que esa ancestral cultura desapareciera para siempre.

Fue entonces cuando Leandro y yo nos propusimos embarcarnos en la búsqueda de ese mundo perdido. Conseguimos traducir gran parte de los objetos descubiertos aquel día en casa, que resultaron ser también libros pero en otro formato. Han sido años de estudio que nos ha permitido vivir grandes momentos, porque cada uno de los libros que abríamos nos iba trasladando poco a poco a otros tiempos, otros mundos, otras culturas. Hemos llorado y reído con las historias que en ellos se narraban. La verdad es que este ha sido el re-descubrimiento más grande de la historia de la humanidad, y no debemos permitir que vuelva a quedar en el olvido, sepultado de nuevo bajo las nuevas tecnologías.

Y es por eso por lo que estamos aquí ahora, casi cinco décadas después de mi hallazgo, utilizando aquella primitiva forma de expresión, que resultó denominarse “literatura”. Ese maravilloso arte que permite al aventurero viajar a miles de kilómetros, al soñador pasear por las estrellas, al romántico descubrir el amor, al… Pero porqué no lo descubres tu mejor, leyendo un libro ahora que puedes, desconecta tu implante de imágenes por un momento.

 

 

 

 

 

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