Marisol, una inocente  niña alegre  y juguetona, compartía  afectuosamente con su familia y amigos sin importarle el mañana. Su plácida y normal vida tomó un rumbo inesperado, el amor de sus padres le fue arrebatado de un golpe, sin aviso ni explicación. Su padre de actitud cambió, no con ella, con su amada madre se fue distanciando y discutiendo cada vez más.

Sentada en el borde de su cama con la cabeza gacha entre sus pequeñas manitas que tapaban sus oídos, para no escuchar los gritos y golpes que se propinaban  sus padres, los sollozos silentes de impotentes no cesaban.

Una  vez  más su padre llegaba ebrio a casa gritando, ofendiendo  y  golpeando todo lo que encontraba o se interponía a su paso, con la diferencia de que esta vez, su madre estaba dando batalla y la discordia estaba tomando ribetes no previstos.  Los gritos y golpes cesaron de improviso, ella se inquietó pero dudaba entre salir del dormitorio por temor a ser golpeada también, esperó unos instantes, no escuchaba nada. Dio un largo suspiro, se levantó y decidió salir del cuarto.

Lo que vio la dejó paralizada, su madre tenía un cuchillo ensangrentado en la mano  y  la cara desfigurada,  su padre yacía en el suelo en medio de un charco de sangre. Salió despavorida de la casa a buscar a su abuela que vivía en la casa de adelante, que corrió a ver lo ocurrido. Ella se sentó a esperar sin contener su llanto de horror al ver tan macabra escena.

Llegaron vecinos, policías y otras personas desconocidas a la casa. Entraban y salían, todos serios y consternados, pero nadie se percataba de su presencia.

Unas cuantas horas después llegó su abuela  y la abrazo tan fuerte que rompió en llanto junto con ella.

Los funerales del papá, fue un evento casi en solitario, unos cuantos parientes y compañeros de trabajo acompañaron su féretro al cementerio. Su mamá no estaba, la habían detenido y estaba  recluida. Todo pasó tan rápido, que  Marisol con sus 8 añitos, no lograba asimilar tan magra situación y su abuela Mercedes tampoco. 

Su madre enloqueció y fue llevada a un Centro Siquiátrico. La Señora Mercedes quedó con la custodia de Marisol que no cesaba de preguntar por su madre. Su abuela la llevó  a verla, pero debido a la gravedad de su estado mental, los médicos prohibieron las visitas.

Pasaron dos años y la abuela de Marisol enfermó gravemente, quedando postrada en cama. Las autoridades decidieron internarla en un Hogar de Ancianos y a la niña la enviaron a un Hogar de Menores.

Marisol enfrentó todos estos acontecimientos con una sumisión indescriptible, ya no lloraba, y bloqueó su dolor frente a tantas personas desconocidas que decidían sobre su vida.

Cuando cumplió sus diez años, en la soledad de un cuarto compartido con muchas otras niñas, se impuso pensar que ella también tenía una familia que la visitaba y la sacaba a pasear y le hacía regalos. Para  hacer creíble  su fantasía frente a las otras menores, se hizo amiga de las más grandes que salían solas del hogar para comprar sus necesidades o sólo para distraerse.

Esta fue la peor forma de obtener una familia imaginaria, esas adolescentes obtenían dinero prostituyéndose a plena luz del día, Las familias o “tías y primas” que las sacaban a pasear, eran proxenetas infantiles. Ella no lo supo hasta que le dijeron que lo hiciera a los 12 años de inocente edad. Fueron muchas las pesadillas que tuvo que pasar para mantener esta “familia” a la cual se había impuesto pertenecer.

Pasaron los años y a pesar de todos los pesares, Marisol estudiaba con ahínco y sobresalía por sus buenas notas escolares. Terminó sus estudios con gran afán,en un clima de arraigo, por la calidez  encontrada en su establecimiento académico. Y  llegó la edad de dejar el hogar de infantes, que la acogiera en su tierna infancia.

¿Qué hacer ahora?

Ya lo tenía decidido, volvería a la casa de su abuela a trabajar y estudiar en horario vespertino. Ella no quería sufrir más, de ahora en adelante, «será ella quien tome sus caminos, ella y sólo ella. El futuro dependerá de su esfuerzo personal y nadie le impondrá,  el qué hacer». Logró tomar las riendas de su destino;  porque algún día, no muy lejano, ella se decreta ser feliz.

Marisol es una persona que puede vivir en cualquier lugar del mundo, no tiene raza ni un nivel socio económico específico, ni siquiera sexo determinado; es cualquier ser humano que pertenece a una familia que se desintegra, por un factor común y determinante, como lo es la droga.

Ella vivió  muchos sucesos tristes, y a pesar de estos sufrimientos,  logra su desarrollo educacional y emocional.

Pero, ¿Cómo lo logra?

Y en esta simple pregunta está la clave. Marisol ha recibido la protección, no sólo de techo y alimentación, sino que también,  de un equipo de profesionales  que pertenecen a diversos organismos de ayuda social, que coayudaron a su formación y fortaleza espiritual.

Si no existieran estas instituciones, con seguridad todas y todos los seres humanos que se enfrentan al abandono, por cualquier motivo, no tendrían las herramientas  físicas ni síquicas, para levantar la cabeza y mirar el futuro con la esperanza de tener una vida más placentera, tranquila y llena de sueños, que con su empuje interior  puedan hacer realidad.

Las Marisoles  o “Mira el Sol” del mundo, son los agradecidos y el motivo de la existencia de Instituciones como los Hogares de menores o “Casas de Acogida” que permiten la entrada a una sociedad, un ápice, más justa.

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