Es lo único que existe en mi miserable vida de desgraciada soledad de pobre desamparado.  Invisible expuesto por una olor a basura de roña y acartonada lisura.  Roer el mendrugo del presente, único tiempo verbal de la existencia mísera.

Es lo que no existe entre las sediciosas horas de un día para mis congéneres.

Es la luz calmosa del final, cuando se apagan las luces de los productivos edificios y solo las farolas alumbran   los infinitos espacios del parque urbano donde el miedo me turba el sueño de tripas sonoras y temblor como de risa.

   Han llegado humeando caldo y palabras tranquilas sin turbar mi estado que deliraba.

  Envuelto por el frió y la humedad, lapa hostil, pan de cada día.

   Un milésimo segundo de paz por el voluntario que me abraza con palabras perfumadas de sol como portulaca viva.  <?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />

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