Desde el silencio de la soledad te escribo. Para que pongas cada cosa en su lugar; para que pases, inexcusable, entre mis días; para que me concedas recuperar la paz. Te ruego me devuelvas mi memoria. Yo en cambio prometo cederte mi melancolía; no quejarme por tu paso veloz sobre las horas. Y más allá de todo, consiente que te mantenga entre mis manos sin que te escurras por los entrelazados dedos, para acariciarte lentamente, en compañía de mis seres amados.

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