Cuando recibí esta postal era ya la quinta persona en leerla. El primero fue el cartero que la trajo. No pudo contener su espíritu de poeta y alabó su estilo. Luego mi padre, menudo interrogatorio, que quién era yo para no corresponder sentimientos tan hondos. Después mi madre, que qué envidia, nadie le había escrito algo así. Y por último mi hermana, me pidió el teléfono de Darío.

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Bolonia, agosto 2013

Querida Ana:

Somos el mismo mar, tú en la superficie, y yo en el abismo de su negrura. Deambulo buscando soles en desiertos de trazos infantiles que anulen sueños y los desparrame en oquedades vivas y dunas andarinas, como objetos deslabazados sobre una alfombra persa.

Darío

Ana Páramo

Avenida de la Luz, 22

Frigiliana

Me olvidé de esta postal hasta que recibí un whatsapp de una escuela de escritores informándome del primer premio de un concurso de relatos postales. Luego supe que mi madre había enviado esta postal.

Me fui con mi novio a disfrutar el premio, un fin de semana en una casa rural. Ni la compañía ni el entorno valieron un pimiento, al terminar el viaje dejé a mi novio, que me dejó aturullada de economía

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