Armo, amo rompecabezas, armo algo que rompe, algo que peca, algo que besas. Rompo cabezas, armo almas. ¿Qué se rompe cuándo armo un rompecabezas? Rompo la razón, rompo el pensamiento, rompo la lógica. Quiero romper mi cabeza, atravesar esa coraza que me permite conectarme con lo que siento hasta armarme el alma, hasta descubrir mi alma. ¿Cómo romper lo que conozco? Rompo mi cabeza y trato de llegar a ella, a mi alma, sin redes, sin leyes, sin ataduras. Me encuentro primero con quinientas piezas, luego con mil quinientas, dos mil y más. Son todas similares, no iguales, similares, apenas algunos colores las distinguen, las agrupan, me engañan. Yo no juego con ellas, ellas lo hacen conmigo. Ellas juegan con mis sentidos, nada más fácil de engañar que mis sentidos, de eso se trata, me asaltan distraída, me rompieron la cabeza, ya no cuento con ella para razonar, ese es el juego, entregarse a las sensaciones, tocarlas, contornearlas, aparearlas una a una; sólo hay una que encaja con otra, pero no es fácil, por cada una hay cuatro posibilidades y son miles. Es el juego sensacional de las sensaciones, porque las causa, porque las despierta. Me deslumbran, me marean sus colores, todas parecen que encajan y todo el tiempo la sensación de que si no la encuentro es porque falta, porque se perdió en un armado anterior o porque se olvidaron de embalarla en la caja, es casi una certeza, falta, y luego de horas aparece, ahí frente a mi, como si nunca hubiese estado, como si alguien mágicamente decidiera dejar de jugar conmigo y alentarme a seguir. Paciencia, horas, vueltas y aparecen, siempre aparecen y así voy armando mi alma, desarmo mi cabeza y armo mi alma. ¿Cuál será la figura que se formará finalmente? Está desperdigada, al comienzo esquirlas, despedazamiento, con la promesa de algo escondido detrás del desorden.
Tiempo, piezas y espacio. ¿Por qué armo mi alma?
Alguien me ha despedazado, debo unir cada uno de mis pedazos, para recuperar mi alma. ¿Quién puede haber hecho esto? Sólo ella, una mujer de la que me he enamorado, somos dos piezas del mismo arma almas, pero estamos en extremos diferentes. Ese es el problema, estamos entremezcladas en la misma caja, tenemos una forma similar y color afín. Somos azules pero ella forma parte del cielo y yo del mar. Eso es lo que más me confunde, por eso cuando la veo, creo que si me acerco encastraremos. ¡Cuanta diferencia puede haber entre un mar y un cielo! La infinita imposibilidad de lo paralelo. En el horizonte parecen unirse, pero solo es ilusión, el mar y el cielo, jamás se unen. Armarán juntos un mismo paisaje y ambos serán necesarios pero no suficientes. No van a unirse y tal vez ese sea el secreto de la eternidad, no alcanzarse nunca, como la razón y el sentimiento

 

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