¡Din don! Resonó el timbre de la puerta sobresaltando a Alex ¿Quien sería? No esperaban a nadie. En lo primero que pensó fue en un repartidor, pero no recordaba que alguna de sus múltiples compras estuviera pendiente de entrega. Además, los suministros básicos llegaban habitualmente por transporte subterráneo y eran recogidos y colocados por el robot mayordomo, sin más molestia que un suave susurro al abrirse y cerrarse la trampilla del sótano.

Había sido todo un acierto regalarle a Rebeca, su mujer, la nueva ampliación de su Chacha-Kit3000, el conjunto de autómatas que se encargaba de todo lo relacionado con las labores del hogar; además de la función de mayordomo revisaba sus necesidades nutritivas, realizaba los pedidos de alimentos a la central, los cocinaba y los servía de manera práctica e higiénica. Por supuesto también resolvía el sucio asunto de la limpieza posterior. Lo único molesto de la nueva versión era la programación temporal, si te entretenías un poco con el postre aparecía el recogedor y, pese a tus protestas, se llevaba el plato a medio terminar. A ver si en la próxima actualización del producto le añadían patrones de reconocimiento auditivos y podías acabarte con calma el arroz con leche.

¡Din din don! Volvió a escucharse por toda la casa. Eso era otra de las múltiples ventajas de su penúltimo capricho, el sistema de sonido envolvente Surround-cinematik system sound. Gracias a esta instalación podía oír su música favorita (y el timbre de la puerta) con alta calidad en todas las habitaciones. Había adquirido también el complemento Water-assistant-plus que permitía elegir la melodía que se producía al tirar de la cadena del inodoro. Se rumoreaba que la siguiente versión incorporaría un sensor de emociones que escogería el sonido adecuado al estado de ánimo de su usuario. Temblaba de excitación sólo de pensarlo.

¡Din don din don! Insistía el timbre mientras Alex seguía pensando en lo útiles que eran sus apreciados gadgets, aunque a Rebeca no le entusiasmaban tanto como a él. Cuando llegaba uno nuevo protestaba y le decía  que debería dejar de gastarse dinero en “cacharritos” que no servían para nada. A lo que él contestaba  que ella también era libre para comprarse lo que quisiera.

La última adquisición de Alex había sido el sistema de vídeo RealityView 5000 ¿Quien quería ver siempre el mismo paisaje de montañas nevadas en invierno y verdes pastos en primavera que rodeaba su casa?  Era mucho mejor elegir tus propias vistas.  En la instalación venía incluida la sustitución de todas las ventanas por pantallas de alta resolución en las que podías elegir a voluntad las imágenes mostradas. El sistema incluía de serie el kit de “Chabolas del mundo”, “Estercoleros asombrosos” y “El fascinante viaje al fondo de las letrinas”

¡Din din don din din don! “¡Qué pesadez de timbre!” Pensó Alex empezando a sentirse molesto. Ahora se arrepentía de haber instalado el Itimbre. En el anuncio lo vendían como el complemento perfecto para realzar la elegancia de una puerta de entrada. Según la empresa que lo comercializaba, un porche con una persona llamando al timbre era el paradigma de la vulgaridad, algo que deslucía no solo a esa vivienda sino a todo el vecindario. Para evitar este bochorno, si el mecanismo detectaba la presencia de alguien en el interior de la vivienda realizaba irritantes llamadas hasta que se producía la apertura de la puerta. Alex no se acordaba muy bien de cuantas veces el sistema hacía sonar el timbre antes de comenzar con los ultrasonidos que hacían sangrar los oídos. El siguiente paso del programa eran las descargas eléctricas dirigidas al ocupante de la casa. No había salida, o abrías la puerta o estabas muerto.

El aire comenzó a zumbar presagiando los ultrasonidos, así que Alex se dirigió por fin hacia la puerta y, al abrirla, se encontró con un repartidor de la agencia TuNoSalgasDeCasa YaTeLoTraemosNosotros que portaba una enorme caja.

– Buenas tardes ¿Es este el domicilio de Rebeca Montoya?

– Sí, sí. Soy su marido

– Le traigo un paquete. Por favor, sitúese para que pueda grabar una impresión de su retina- comentó acercando un escaner al rostro de Alex – Con esto es suficiente, gracias. Aquí le dejo el pedido. Buenas tardes.

– Adiós, adiós, gracias.

¿Un envío? ¿Su esposa se había decidido por fin a comprar? Debía ser algo realmente especial. Alex se acercó con curiosidad a la caja. El envoltorio era discreto, sin ninguna marca o emblema que hiciera referencia al contenido. Intrigado, comenzó a manosear el  paquete y finalmente, adosado a uno de los laterales, encontró un pequeño sobre transparente que contenía lo que parecía una especie de albarán. Desdoblándolo comenzó a leer:

“¡Enhorabuena Rebeca! Ahora es usted la afortunada poseedora de un MachoMan2001, la versión plus del afamado modelo SementalQueNoCompraCacharritos. Esperamos que disfrute de su compra

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