María y Ali son inseparables amigas de la infancia, se criaron juntas, fueron al mismo colegio, tuvieron la misma banda de amigos, incluso encontraron pareja al mismo tiempo, lo que desconocían era que su frustración amorosa también llegaría al mismo tiempo.

Mara hizo nupcias con un pintor de brocha fina, tenía una pequeña academia donde siempre llevaba modelitos contratadas para que sus alumnos plasmaran sus curvas en el block de dibujo, cosa que a Mara no le hacía demasiada gracia, no por su profesión, sino por las intempestivas horas a las que llegaba cada noche con una mezcla de aroma a whisky y a un perfume que Mara no usaba, llegaba sin mediar las buenas noches, se quitaba los zapatos y se desplomaba sobre el sofá  hasta que Mara finalmente y por una cierta ocupación enmascarada le colocaba una mantita por encima, mientras ella volvía sola como cada noche a la cama, bueno, rectifico, no cada noche, sino tres días en semana, los días que tenia clases, el resto se dedicaba a pintar para una futura exposición, tan solo esos dos días llegaba ebrio y venteando a pintura, los fines de semana era dedicado al protocolo familiar, visita de familia bien posicionada y pudiente, nunca llegó a entender del todo por qué se casó con él , quizás porque era detallista, cariñoso, atento, amable y guapo, pero curiosamente ahora tan solo le quedaba la belleza exterior,  su amiga Ali nunca simpatizó con él, y quizás en el fondo Mara esperaba que él volviese a su estado anterior, quizás se negase a reconocer que él no iba a cambiar y de hacerlo no seria para bien.

Mara era una chica trabajadora, formal, entusiasta, amaba verdaderamente su trabajo que consistía en recopilar información y fotos de sus compañeros periodistas para subirlas al portal de la página web, trabajaba en una revista de sucesos, debía pasar bastantes horas ante el ordenador pero para ella era un lujo ir cada día a un trabajo que realmente amaba.

Ali no era menos, trabajaba en el mismo edificio que Mara pero en otra sección, era redactora jefe de la misma revista, Mara subía los textos y fotos, Ali los redactaba, formaban un buen equipo, Ali también amaba su trabajo, debía recrear en su imaginación cada noticia para después describir el escenario de tal manera que el lector se imaginase estar ahí sin necesidad de fotografía, así es el mundo del periodismo.

 A ellas les encantaba la neutralidad política de la revista,  y esto era debido a que el director  era completamente apolítico, cosa que no era nada complicada en aquella época, dado el estado en el que se encontraba la nación,  la ideología política tan solo la conservaban los más mayores que miraban con reticencia como los jóvenes se cambiaban de chaqueta según las lentejas como solían decir ellos.

  Por ese motivo el ambiente en la revista era cordial  jovial, a la vez que entusiasta.

  Ali estaba convenientemente casada, eso decían  en su trabajo y en su familia, un hombre de buena posición financiera, vivían bien, pero a Ali ese hecho no le merecía demasiado la pena teniendo en cuenta que gran parte de la  vida  su marido la pasaba de hotel en hotel y de convención en convención, pero según él debía estar agradecida ya que a raíz de aquello ellos podían vivir bien y desahogados, pudiéndose permitir toda clase de  lujos;  pero, ¿era Ali feliz?, los ratos que su marido pasaba con ella siempre tan cansado, incluso en ese detalle se parecían ambos maridos, salvo una excepción, Mat llegaba a su casa con aroma a sus mujeres y sabor a esos momentos, pero con Antoni no pasaba igual por una sencilla razón, el aroma a sus mujeres se lo dejaba en las duchas de la habitación de los hoteles que frecuentaba supuestamente en las convenciones, y el sabor quedaba dormido entre sabanas dando un despertar completamente ebrio, cosa que al volver a casa con Ali no le daba ocasión de encontrar ningún resquicio, todo quedaba en aquellas habitaciones.

Vidas económicamente distintas pero con un fondo común, el desgaste de unos corazones que tan solo son de ida.

–  Mara que te ocurre, te noto algo irritable.

–  Buaf, es lo de siempre Ali, ¿para qué te voy a aburrir con la misma historia de siempre?

–  Mara, esa historia la puedes cambiar y tú lo sabes.

–  No digas eso Ali, sabes que mi historia es la misma que la tuya, con la única diferencia de unas tarjetas mas de crédito.

–  Yo no tengo culpa de que Antoni me de este nivel de vida.

–  Oh Ali, no hablo de eso, hablo de que ambas estamos atadas porque queremos, nadie nos impide volar, nadie.

–  Sí, pero no lo hacemos, de algún modo esperamos más a que cambien ellos, a que nosotras mismas nos decidamos a cambiar por otra persona o por ninguna.

–  Un momento, has dicho por otra  persona  o por ninguna.

–  Sí, ¿y?

–  Date cuenta, otra persona pero que en realidad no es ninguna.

–  Te estás volviendo loca y me estas volviendo loca a mí, ¿Qué quieres decir?

–  Que quizás lo que necesitamos es eso precisamente, otra persona pero que en realidad no existe.

–  Creo que empiezo a intuir a lo que te refieres, ¿quieres decir que nos inventemos una tercera persona?

–  Exacto.

–  ¿Pero si no va a existir para que la queremos?

–  Porque va  a existir nena, pero no para nosotras.

–  ¡Acabáramos!, tu lo que quieres es que nuestros hombres, nuestras parejas, nuestros maridos, nuestros lo que sean se pongan celosos.

–  Bingo.

–  Si, vale, muy bien, pero… como se van a percatar ellos de una persona que en realidad no existe.

–  Porque nosotras lo vamos a crear de la única manera que puede existir sin que exista.

–  Jajaja, ¿y qué forma es esa?

En ese momento Mara señaló el portátil.

–  ¿Insinúas que crearemos un personaje?

–  Ahá

–  Entiendo, pero ¿Cómo lo vas a dar a conocer entre la gente?

–  Pues simplemente, haciéndolo que forme parte de nuestro circulo, de nuestro grupo.

–  ¿Hablas de sacarlo a la luz en nuestra la red social?

–  Exacto, le haremos un correo, y con ese correo formará parte de la red, tendrá nombre, procedencia, gustos.

–  Si claro, tendrá todo menos….

–  ¿Menos qué?

–  Nena, menos foto.

–  Ah bueno, no te preocupes, conozco un programa fantástico que ayuda a crear avatares y personajes tan fantásticos que parecen reales.

–  ¿Pero qué dices?

–  En serio, créeme, tu les das las características básicas como el color de la piel, ojos, pelo, etc., luego ya poco a poco lo vas modelando, todo va según tu propia mente te va dictando.

–  ¿Quieres decir que tanto hombres como mujeres pueden tener un avatar con precisión de su propio rostro como si fuera prácticamente humano?

–  Ahá.

–  Jajaja, a ver si el susodicho nos va a enamorar a alguna elementa.

–  De eso se trata, pero esas elementas seremos nostras.

–  Pero entonces no tiene gracia, un solo hombre enamorado de dos mujeres.

–  Claro, de eso se trata, ¿tu te imaginas el quebradero de cabeza que les puede crear a nuestros maridos el pensar que nos está encandilando a ambas y que existe alguna posibilidad de que una de las dos caigamos en sus redes?

–  ¿Te refieres a crear una incógnita verdad?, crearles la suficiente tensión que les haga fijarse un poquito más en lo que quizás si se descuidan pueden llegar a perder.

–  Lo has captado del todo, sí señor.

–  Jaja, van a flipar.

Parecía un verdadero juego de niñas, pero en el fondo Mara sabía que aquella idea sería un posible punto de escape, era como una verdadera trampa para ratones, salvo que este caso el ratón no se quedaría pillado, no sufriría ningún mal, tan solo era como una llamada a la cordura, pero si esa llamada no recibía la respuesta adecuada, o si esta fuera nula…, estaba claro que tendrían que emprender un nuevo camino, pasar a un posible plan B, consistía en algo más peliagudo, y si en esta ocasión se añade un personaje, en el plan B se suprimirían dos.

El café Gijón estaba prácticamente desierto, era realmente paradójico, el café donde tantos personajes ilustres se habían encontrado, donde tantas y tantas tertulias se habían mezclado entre humeantes cafés aromáticos, cigarrillos, en esta ocasión había otro tipo de personajes, ilustres también, ¡cómo no!, pero no tan conocidos, ilustres ante las miradas extrañas y contemplativas de las mentes despiertas que les rodeaban con aires de sueños por alcanzar.

Aquella tarde se presentía extraña, apenas había ruido en la cafetería, todo parecía estar dormido, incluso los propios camareros, en este caso tan solo uno, vestía completamente de negro y melena larga recogida con una coleta y prácticamente justo delante de él el pequeño escenario que se estaba creando, el telón… un portátil, el apuntador…un programa de photoshop, el guión…sus mentes desesperadas por salir del agujero donde estaba metidas.

El camarero las miraba expectante mientras iba colocando vaso por vaso en la estantería, en esos momentos se estaba creando un personaje, engendrando un nuevo ser cibernético.

Con lo que no contaban era con la cantidad de tiempo que les llevaría, de hecho el café con el que comenzaron se había convertido en un líquido frio cuyos posos se encontraban trasnochados en el fondo de la taza.

–  Pero Mara, ¿te has dado cuenta de la  hora que es?

–  Oh vaya, que tarde…

Pero parecía darle igual, era como si le estuvieran diciendo… “se ha posado un pajarito en la ventana”, su reacción fue igual, parecía írsele la vida en la creación del aquel personaje, el avatar ya estaba creado, acto seguido necesitaría un nombre, ubicación, dedicación, hobbies y demás, un autentico personaje, y tras su avatar como no, como cualquier ciudadano puesto en las nuevas tecnologías su correspondiente correo electrónico y un último pequeño detalle, formar parte de una red social.

–  Si forma parte de una red social eso solo puede significar una cosa –dijo Ali.

–  Aha.

–  No forma parte por el simple hecho de formar parte.

–  Aha.

–  Terminaría teniendo su particular círculo de amigas.

–  Si.

–  Entre las que lógicamente figuraríamos nosotras.

–  Exacto.

–  Entonces dejémonos de rodeos, acabará siendo amigo nuestro, es la idea, tu idea.

La luna cerró las puertas del Café Gijón con una pequeña creación que cambiaría ligeramente la historia en sus vidas, para bien o para mal algo iba a ocurrir.

Ambas se marcharon borrachas de imaginación, habían vivido una verdadera película de la cual el telón tan solo se acababa de levantar y las entradas estaban repartidas, tan solo era necesario que las adquirieran los que realmente debían bajar el telón.

Iban entrelazadas por la espalda como verdaderas cómplices sin pensar en ningún momento que deberían separarse a esperas de que algo ocurriese, pero, ¿y si no ocurriese?, ahí estaría el verdadero problema pero al menos lo habrían intentado y el personaje en ese caso, inservible y gastado iría a formar parte de una pantallita pequeña en la que dijese…

 “¿Desea dar de baja su cuenta?”

Tan solo el destino podía mandar en aquella circunstancia para marcar un “SI” o un “NO”.

–  Hemos hecho una locura Mara.

–  Pero, ¿Por qué? No hacemos daño a nadie y de tener que eliminarlo algún día tan solo eliminaríamos a un personaje nada más.

A la mañana siguiente Ali fue en busca de Mara, una novedad le había dado los buenos días en su muro de la red social…

“Aconsejar amistosamente es querer que hagan los demás lo que no haríamos jamás nosotros mismos, buenos días princesa”.

–  Mara, ¿a que te referías con la frasecita que me has colgado en mi muro hoy de Poncela? Por cierto, lo de princesa te ha quedado muy chulo, jaja.

–  De que hablas, ¿qué frase?, ¿princesa?, ni siquiera he entrado hoy.

–  No te hagas la despistada, si no pasa nada, pero me ha chocado que me pongas eso como si yo te hubiera animado a hacer algo que no querías hacer.

En ese momento Mara sin mediar si su jefe miraba o no se metió en el muro de Ali, y ahí estaba la frase compartida.

–  Pero ¿Qué clase de broma es esta?, yo hoy no entrado aquí, esto no lo he puesto yo.

–  Vale, te estás quedando conmigo ¿no?, la contraseña tan solo la sabemos tú y yo, y está más claro que el agua que yo no he sido.

–  ¿Me estas juzgando a mi entonces?

–  Vamos a ver, si yo no he sido, ¿Quién ha podido ser?

Dicho esto Mara recibió una notificación en su muro, el personaje acababa de escribir también en su rincón.

“Cuando mejor se finge es cuando lo que se finge se finge de verdad, tú también eres una princesita bella”.

Ambas se quedaron  petrificadas, no podían tragar saliva, ni apenas respirar, como dos atónitas comprobando que efectivamente aquel personaje también se había estrenado en el muro de Mara.

–  Te puedo asegurar que yo no he sido y si no te fías de lo que te digo, cambia ahora mismo la contraseña y tan solo la sabrás tú.

–  Muy bien,  cierra y abre la página de inicio.

Y así lo hizo Mara, cerró sesión y de nuevo colocó la pantalla en la página de inicio, Ali puso la dirección del supuesto personaje, acto seguido la contraseña, y acto seguido…

 <<Error en la contraseña>>

Volvió a intentarlo una segunda vez, y hasta una tercera, hasta que dio la opción de recuperar contraseña, pero al colocar la dirección de correo…

<<La dirección de correo no está registrada>>

En ese momento Mara recibió en su móvil un mensaje de que había recibido una notificación en su muro de dicho personaje.

–  Ali, ahora no puedo abrirlo, mi jefe viene para acá, ve a tu despacho, nos vemos para el café en el Gijón.

–  Dios estoy muy nerviosa… pero venga si, en el café nos vemos, no te retrases por favor.

El Gijón parecía dormir la siesta, las sillas dormitaban vacías alrededor de las mesas, el camarero apoyado en un taburete jugaba con las teclas de su ipod como si en otro mundo estuviera, mientras Mara y Ali intentaban adentrarse en ese mundo recién inventado pero al cual no podían pasar, y cuando Mara se dispuso a abrir su muro…

“El amor es como las cajas de cerillas, que desde el primer momento sabemos que se nos tiene que acabar y se nos acaba cuando menos lo esperamos, esto para que no me olvides princesa”.

Sus ojos no daban crédito, hizo una retirada de silla de la cual todo el Gijón se coscó, y el camarero en su extrañeza se acercó.

–  ¿Ocurre algo?, ¿os puedo ayudar?

Ambas chicas se quedaron mirando ante la atención del camarero, pero no eran miradas normales, aquellas miradas que intercambiaron llevaban algo más que un simple gesto de admiración, era como si la tan solo presencia de aquel hombre las hiciera llegar a alguna posible conclusión, la sala se llenó de interrogantes, y él seguía ahí, con su delantal negro y las mangas medio remangadas, esperando una respuesta que quizás no llegaría, pero un joven recién llegado y postrado ante la barra cambió aquella situación, se volvió como un verdadero robot al cual le acaban de desactivar una orden y automáticamente  haya olvidado lo anterior.

–  Ali vámonos inmediatamente de aquí.

–  ¿Por qué?

–  No preguntes, vámonos, coge el portátil y vámonos y a ser posible no mires al camarero, sal directa.

–  Pero, ¿qué tiene que ver el camarero?

–  Shhh, luego te cuento, ahora vámonos.

Y Ali se levantó como una niña a la que su madre la manda a la cama y no entiende porque ha irse cuando no tiene sueño, salieron corriendo hacia el coche de Mara mientras ésta habría camino y Ali tras ella continuando con la misma expresión de niña pequeña, Mara se sentó en el volante y Alice de copiloto.

–  Ali, es el camarero.

–  ¿El que es el camarero?

–  Recuerda en el Gijón fue donde se engendró el personaje.

–  Vale ¿y?

–  El camarero, ¿no has visto la mirada que nos ha dirigido?

–  A ver, ¿qué película te estás montando?

–  Ninguna, en el Gijón debe haber cámaras de esas que ponen para los clientes que se van sin pagar, ahí debió ver lo estábamos haciendo y… pretende asustarnos.

–  Mara lo siento pero no lo pillo.

–  A ver, hay cámaras muy buenas, debió darle al zoom y vio lo que estábamos fraguando.

–  ¿Quieres decir que el camarero es el que está haciendo todo esto y se ha adueñado de nuestro personaje?

–  Exacto, tenemos que borrar nuestras cuentas, hacer que desaparezcan.

Justo  en ese momento Ali recibió un aviso en el móvil, aquel personaje  le había enviado un mensaje, pero  esta vez al correo electrónico, en ese momento fue como si el tiempo se hubiera detenido, reinó un profundo y largo silencio en la parte delantera del coche, mientras en la parte trasera aguardaba el portátil de Ali, paciente, callado pero esperando resolver aquella intriga.

–  ¡Vamos Ali!

Mientras Ali con las manos temblorosas cogió el portátil, las ráfagas de las luces de los coches se confundían en sus pupilas haciéndole apartar la vista del aparato.

–  ¡Vamos Ali, ábrelo!

Volvió a encenderse el pilotito de la niña que había dentro, y como una niña sonámbula  abrió el portátil ante los ojos desafiantes de Mara,

<Inicio>

 <Google>

<Hotmail>

<Bandeja de entrada>…

–  ¡A que esperas Ali, si tu no le das no se a abrir solo!

“Todos los que no tienen nada que decir hablan a gritos, ¿Por qué os escondéis de mi y salís corriendo en el coche?”.

Si en ese momento  Mara hubiese tenido los pies en el acelerador posiblemente no habrían podido contar aquella historia a sus hijos.

–  ¿Cómo sabe que estamos en el coche?, nos ha debido seguir, casi siempre aparcas el coche en el  mismo sitio, es obvio creo yo.

–  Bien, pues va a dejar de ser obvio.

Mara buscó un aparcamiento cercano por la calle Goya, sacó su móvil y comenzó a buscar en el google maps.

–  ¿Qué haces buscando la comisaria de policía y por qué has aparcado aquí?

Mara continuó con su búsqueda y…

–  ¡Baja y sígueme!

Y Ali nuevamente como una niña buena siguió a Mara, salieron hacia la calle, aparcó su coche como pudo cerca del palacio de Linares, y allí Mara hizo un ademán levantando la mano  para pedir un taxi que lucía un luminoso de “libre”.

Mientras Ali con un levantamiento de cejas no se explicaba lo que estaba pasando, cuando el taxi paró las dos subieron de la mano como buenas amigas, ocuparon los asientos traseros.

–  Por favor, calle Rafael Calvo 33

–  Si señorita

–  No me lo puedo creer, ¿vamos a comisaria?

Mara recibió una notificación en su móvil, había recibido un correo electrónico, en ese momento ambas como dos muñecos de feria dieron un bote en el asiento trasero del coche de tal manera que…

–  ¿Les ocurre algo?

–  No no, tranquilo, perdone, mi amiga es que ha recordado algo y se ha puesto nerviosa, pero todo va bien.

El taxista siguió su marcha con un gesto en la cara de…vaya par de locas que llevo en el coche, mientras Mara leía aquél correo recibido…

“El amor es como las cajas de cerillas que desde el primer momento sabemos que se nos tiene que acabar y se nos acaba cuando menos lo esperamos, ya queréis que esta historia de amor se acabe llevándome a comisaria, no podéis huir de mi aunque cojáis un taxi, sois mis princesas, y no vais a dejar de serlo, recordadlo bien”.

–  Bien una cosa esta clara, este tío no es el que nos persigue, alguien ha manipulado el portátil y la cámara web.

–  Pero vamos a ver, quien diablos va a coger mi portátil, y en segundo lugar tiene contraseña, y en tercer lugar la cámara web solo se activa cuando está en funcionamiento el servicio de mensajería y tú lo sabes.

–  Bien pues por ese mismo motivo nos vamos ahora mismo a comisaria.

–  Claro y que les vas a contar, ¿que nos persigue un personaje que hemos inventado y se ha escapado de nuestro control?

–  Shhhhhhhhh, calla y tú sígueme a mí.

Atravesaron el Paseo de la Castellana, la calle Jenner, el Paseo de Eduardo Dato hasta por fin llegar a la calle Rafael Calvo 33, y durante todo el recorrido ambas con el portátil en medio, lo miraban como el gran arma que las perseguía y observaba, y al bajar del coche después de pagar al taxi…

–  Espero que tengan suerte –les dijo el taxista con gesto en la mirada de… “que tengan suerte en este camino tan raro que van a emprender”

–  ¡Gracias! –dijeron las dos al unísono como programadas sin sentido y sin saber ellas mismas lo que estaba diciendo o pensando.

–  Mara coge el portátil, -dijo Ali definitivamente.

–  No, el portátil es tuyo.

–  Vale, pero la idea de venir a comisaria ha sido tuya.

–  Está bien, parecemos crías, ahora resulta que vamos a tener miedo de un simple portátil.

Atravesaron la puerta de comisaria con el portátil en la mano como si fuera un artefacto el cual tenían que desactivar.

–  ¿Por favor alguien nos puede atender?, queremos poner una denuncia.

–  Si, un momento –arrimó medio cuerpo cansado hacia el interfono para avisar al compañero que supuestamente se encontraba en el despacho del fondo, mientras nuevo sonido en el móvil de Mara.

–  No voy a abrirlo.

–  Si vas a abrirlo, necesitamos saber lo que está viendo sea quien sea.

Y Mara abrió nuevamente su móvil, y en su correo nuevamente estaba aquel personaje…

“El tipo ese del interfono no me va a separar de vosotras princesas”.

–  Pasen por favor, es la puerta del fondo, les esperan.

–  ¡Gracias! –contestó Mara desesperada.

Era un pasillo pequeñito pero a ellas se les hizo como un pequeño túnel eterno, lleno de incógnitas y miedo, y tras esas incógnitas…

–  ¡Adelante! –dijo una voz joven asomando el rostro  entre una carpetas y papeles.

–  Buenas noches, queríamos poner una denuncia –dijo Mara mientras miraba de reojo a Ali para no sentirse sola ante aquella mirada, pero Ali sin embargo no podía apartar la mirada de aquel muchacho con placa sobre la solapa.

–  ¿Bien, que quieren denunciar?, ¿algún robo?

–  Podría ser, pero vera, un tobo un tanto extraño.

–  De que se trata.

–  Bueno no nos va a creer, resulta que mi amiga y yo nos creamos  una cuenta de correo para un personaje que ambas nos inventamos, fue como una especie de juego ¿sabe?

–  Entiendo, y entonces el robo según creo entender es acerca de la cuenta de correo, alguien se la robado o manipulado ¿no es eso?

–  Si,  más o menos.

–  Bueno pero yo en eso no puedo ayudarles, eso no es denunciable hasta que esa suplantación de identidad les afecte como personas físicas o jurídicas, es decir, les robe cuentas bancarias o sufran algún tipo de acoso o amenaza a través de esa misma cuenta.

–  Bueno, es que estamos recibiendo algún tipo de acoso pero además de eso  sentimos que esa persona que ha hecho eso nos vigila estemos donde estemos, no sé si me entiende.

En ese momento al igual que en los anteriores, nuevo mensaje en el móvil de Mara, ambos tres personajes se quedan callados, como si de repente el joven policía tras contemplar los rostros de las amigas comprendiera que ese sería el hilo de donde partiría el acoso.

“Soy demasiado listo como para que me encontréis, porque donde estoy ni hay camino, ni hay luz que se precie, y os aviso… este joven policía inexperto tampoco os va a ayudar”.

Como tres momias se quedaron en ese justo momento en el despacho del joven policía.

–  Pero vamos a ver, ese mensaje lo ha recibido en el móvil, aparecerá el numero de procedencia digo yo.

–  No, que va, esto no es un sms, es una notificación que al abrirla sale directamente mi correo ¿entiende? mi cuenta de correo está vinculada directamente al móvil, es como si nuestro portátil o móvil tuviese alguna cámara integrada que se activa de forma que desconocemos y que va siguiendo todos nuestros pasos.

–  Entiendo –dijo el joven policía que encontraba cada vez mas  perdido-, bien aquí solo hay una manera de comprobarlo, tendrán que venir conmigo a una sala donde un compañero experto programador tendrá que echar un vistazo al móvil.

–  Sí, pero también al portátil, fue ahí donde comenzó el acoso.

–  Bien, pues síganme, haremos investigación sobre estos cacharros.

Mara con su móvil y Ali con el portátil siguieron al joven policía al fondo del pasillo donde se abría una doble puerta y dejaba entrever una gran sala con un gran mostrador de pared a pared en parte izquierda donde había varios artefactos electrónicos pendientes se supone de mirar.

Y como el supuesto personaje no las podía abandonar… volvió a sonar el móvil de Mara.

“¿Pretendéis dejarme aquí como si tan solo fuera un mísero trasto de plástico?”

–  ¿Se da cuenta?, sigue nuestros pasos al milímetro, sabía que estábamos hablando antes con usted en el despacho y ahora sabe que estamos aquí.

–  Shhhhhhhh –el joven policía les hizo un gesto con la mano  para que se callaran y le siguieran.

Y delante del mostrador…

–  Martínez llama a Sergio, tenemos un caso de esos que le gustan, dile que venga cuanto antes.

–  Pero que dices, sabes que no está de servicio.

–  Da igual, dile que venga, no se arrepentirá.

Tras varios minutos de teléfono…

–  Pues ya puede ser importante, no veas cómo se ha puesto, dice que si no está de servicio debería hacerlo otro.

–  Si claro y también sabe que no hay otro que sepa hacer las peripecias que él sabe.

–  En fin, que ya viene para acá, le habremos pillado seguro en mal momento, ya me entiendes, jaja –dijo al joven policía guiñándole un ojo de forma simpática.

Al rato aparece Sergio, otro joven y no menos atractivo que el anterior, con un aire de cansado y de cargarse a alguien como no fuera realmente importante el motivo de aquella llamada con tanta emergencia.

–  ¿Y bien?, ya puede ser importante.

–  Veras Sergio, más que importante, es raro, estas dos chicas resulta que dicen sentirse acosadas por un misterioso personaje que ha adueñado de una cuenta de correo.

–  Y no solamente eso, sino de un perfil que abrimos en una red social, entraba y comentaba cosas en nuestros muros, cambio la contraseña impidiendo que lo hiciéramos nosotras.

–  Bueno pero eso es  normal, porque si se ha adueñado de una cuenta de correo la contraseña se la envían a esa cuenta de correo, pero la cuestión es ¿como el mismo personaje sabia que esa cuenta de correo estaba vinculada a ese perfil de la red social? –dijo el joven policía.

–  Entiendo, y dicen que les acosa, ¿con que les amenaza exactamente?-preguntó Sergio con aire detectivesco.

–  Bueno, amenazarnos no, pero sabe donde estamos a cada momento, sabe si vamos en taxi, sabía que estábamos aquí en la policía, sabía también que íbamos a dejar el portátil aquí, es como una especie de objetivo indiscreto ¿entiende?

En ese momento el móvil de Mara deseaba opinar sobre el tema volviendo a vibrar, y los comensales absortos se miraban los unos a los otros.

–  Vamos abre el mensaje, vamos a ver si desenredamos esta madeja.

“Ni estos policías, ni nadie podrá separarme de vosotras mis queridas princesas, sois mías”.

–  Joooooooooder –dijo Sergio como si hubiese visto en ese preciso un momento el mayor de los fantasmas.

–  ¿Comprenden ahora?, nos tiene acorraladas.

–  Bien, ¿les acosa solo con el móvil  no?

–  No no, antes lo hacía en el portátil, en la red social, luego en el correo pero como también puedo ver mi correo a través del móvil pues es aquí donde lo visualizo siempre.

–  Si claro, pero siempre que ha pasado eso ¿coincidía si llevaban el portátil o no?

–  Bueno, llevamos así tan solo un día, el personaje lo creamos ayer, y hoy todo el día nos está insinuado que somos suyas estemos donde estemos.

–  Entiendo, bien, pues tendrán que dejar aquí el portátil y el móvil, pero tengo que dejar inactivas ambas cosas, me explico…, los tengo que abrir, y debo desinstalar cualquier tipo de conexión, como internet, cámaras web, micros, cualquier aplicación que pueda tener un contacto directo con la vida diaria, es decir, dejarlos como si fueran totalmente de primera generación, ¿entienden?

–  Si claro, pero entonces si dejo aquí el portátil y el móvil como podre trabajar yo mañana, lo tengo todo ahí metido, son mis medios de trabajo.

–  No claro, no se preocupe, ya había pensado en ello, se podrá llevar uno de los portátiles que tenemos aquí y un móvil, le haremos copia de agenda para ambas cosas en un pen drive.

–  Aha, me parece entonces bien, pueden en ese caso quedarse el tiempo que crean oportuno.

–  Si claro hasta que a parezca el supuesto fantasma jaja –dijo Martínez que los escuchaba tras el mostrador mientras les preparaba los artilugios a las chicas.

–  Pues bien, aquí los tienen, como ven son bien antiguos, aquí no podrán recibir notificaciones de nada porque no tiene internet, ni servicio de correo ni nada, y el portátil es de primera generación, ya las llamare con lo que sea –dijo el joven policía con aire de no saber por dónde iba a ir la película.

–  Gracias –respondió Mara cogiendo a su amiga del brazo y saliendo por la puerta como si del cine escaparan de ver una película de suspense pero que la tenían en su propia vida.

–  ¿Nos pedimos un taxi Mara?

–  No Ali, prefiero caminar y tomar el aire, este asunto me supera.

Y ambas se fueron caminando entre la noche, una noche callada y serena, cuando algo vibró en el bolsillo de Mara…

–  No puede ser, dime que no puede ser.

–  Vamos a ver Mara, ábrelo, no tiene porque  ser, es imposible, ya oíste al policía, igual es un mensaje de Mat.

Mara con las manos temblorosas levantó la tapa del viejo móvil, y efectivamente había un mensaje, pero no de su marido…

“Os creéis muy listas, pero yo soy como un dios que estoy en todas partes, pobre policías, trabajaran toda la noche para nada, porque vosotras seguís siendo mías, pero yo os protegeré porque os veo muy solitas por estas calles tan desiertas”

El tiempo ser paró para las chicas, empezaron a dar vueltas alrededor de sí mismas como cuando pensamos que alguien nos persigue y no sabemos por donde.

–  Bien, hasta aquí hemos llegado, fuera policías, fuera todo, iremos a una vidente –dijo Ali con aire rotundo pero desesperado.

–  Pero que dices, ¿vas a creer que es un fantasma de verdad? Por favor Ali, te creía más inteligente.

–  Mara aquí no se trata de saber quién es el más listo, sino de desentramar a esta cosa sea lo que sea, en mi barrio hay una viejita que sabe mucho de esto, no es tarde, vayamos a su casa.

–  ¿Ahora?, pero tu barrio está lejos, llegaremos tarde.

–  No, llamaremos a un taxi.

Ali cogió su teléfono, marcó el teléfono de radio taxi, y en diez minutos aparecía luz fugaz de los faros del coche al fondo en el callejón, recorrieron el paseo de la castellana hasta la calle Salustiano Olózaga, donde supuestamente vivía la viejita.

–  Madre mía Ali, este mes se nos va en taxis, y aun no sabemos ni con que fundamento.

–  Tú sígueme.

Se bajaron del coche como dos verdaderas damas de su propio espionaje, la viejita vivía en un bajo rodeada de gatos y con aroma flores trasnochadas, les abrió la puerta mientras se limpiaba las manos en un viejo mandil con aroma a chocolate.

–  Ali, cuánto tiempo sin verte hija, pero a estas horas… ¿ha pasado algo?, estaba haciendo un bizcocho de chocolate, pasad.

–  Pero Ani, sabe que no debe comer chocolate, vaya mal vicio que tiene, y venimos a esta hora porque nos tiene que ayudar.

–  Ay no hija, ando muy cansada para esas cosas ya, a no ser que alguien corra peligro mi cabeza esta quietecita.

–  Ani, es posible que corramos algún peligro, vera, alguien nos persigue de alguna manera pero no lo vemos, nos hemos creado un personaje ficticio mi amiga y yo, y nos persigue a través del móvil y del ordenador, nos dice cosas…

–  ¿Pero tú te crees que yo entiendo de eso hija mía?

–  Ani imagine que usted se inventa un personaje y este le empieza a hablar por la tele aunque ésta esté apagada.

–  Por dios niña, me estas asustando.

–  Pues es que es así Ani, necesitamos saber que ser extraño nos persigue.

–  Bueno, bueno, bueno, pasad y sentarlos, voy a traer el bizcocho y mientras me decís como empezó todo.

Y así fue, se sentaron las tres alrededor de una acogedora mesa camilla con un brasero como los de antes, mientras Ani repartía un buen trozo de ese bizcocho, mientras Ali relataba toda la historia de tal manera que Ani se pudiera enterar pese a su edad y su desconocimiento de las nuevas tecnologías, Ani tan solo usaba un teléfono fijo de los de antes;  y tras terminar de contar la historia…el teléfono de Mali volvía a vibrar, pero esta vez algo extraño pasó, Ani se puso las manos sobre su cabeza como si de repente le entrase un vahído.

–  Ani ¿está bien?

–  Si hija si, hacía tiempo que no pasaba, anda lee, necesito escuchar sus palabras.

“No soporto estar en esta casa, sacadme de aquí sino queréis dejar de ser mis princesas, sacadme de aquí…”

–  Si, efectivamente, le he notado, ha estado aquí, tenemos que ir a ese bar donde decís que lo creasteis, ahora mismo, siento que está muy enfadado, y con estas cosas no debemos jugar.

Ani cogió del cajón de un viejo mueble un botecito de plástico blanco y se lo guardó en el bolsillo de su abrigo antes de cogerse del brazo de las dos amigas; y así marcharon las tres al Café Gijón que se encontraba apenas a cinco minutos de allí, pero al asomarse tras los cristales de la puerta, Ani vio un rostro ocupando una mesa que la clavaba los ojos de forma terrorífica.

–  Decidme, ¿en esta mesa fue no?

–  Si Ani, fue aquí.

Ani sacó el pequeño botecito blanco de plástico y echo unas gotitas sobre la mesa que hizo que saliera un  pequeño humo gris, y tras el humo gris una suave neblina blanca envolvía todo el alrededor de la mesa.

–  Mis niñas, ese personaje ha existido, fue poeta y sufrió mucho por amor, se suicidó en esta misma mesa con un liquido que echó en el café, y lo ha pasado mal todo este tiempo, no confiaba ya en las mujeres, pero…ahora ya descansa en paz.

–  ¿Cómo ha sabido todo eso Ani?

–  Mi niña, porque estaba aquí con nosotras, pero ya se fue tranquilo a descansar en paz.

 

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