Arturo lleva treinta días compartiendo el sofá con el abuelo. Y todavía le faltan otros diez para que le quiten la escayola. La rabia por su obligada inactividad la descarga con todo tipo de videojuegos bélicos. El viejo, mientras tanto, pasa las horas hundido entre cojines y recuerdos de antiguas batallas, que ahora se le antojan tan cercanas que lanza con su bastón un mandoble. Arturo lo ataja enseguida con el rascador, gracias a sus entrenados reflejos. El abuelo se incorpora con gesto artrítico y carga de nuevo contra él, pero el joven consigue pararlo con la bandeja de los sándwiches a modo de adarga. Ahora es Arturo quien, haciendo equilibrio sobre su pierna sana, lanza un revés con el rascador. El anciano intenta detenerlo con su bastón pero trastabilla y cae sobre el sofá. Aprovecha para echarse la siesta. Parece que Arturo también va dar una cabezadita, pero no, vuelve a coger los mandos de la consola. 

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