Tiene las cejas negras y la piel tan blanca, a veces creo que su fotografía tiene truco, pero no es así le he visto. El estado de su Facebook es siempre gracioso, y la sonrisa de su imagen para mostrar parece dedicada a mí. Por supuesto le doy «likes» a todo lo que publica, inclusive a las fotos con su novio. 

He visto sus fotos un millón de veces, y no exagero, las reviso y me aseguro que todas tengan un «me gusta», muchas sólo tienen mi huella. A veces me regresa ese favor. Tengo un fijación por las fotos donde aparecen sus manos. Sus manos son perfectas, parecen dibujadas, las venas, las uñas cortas y limpias y el tatuaje hermoso en su muñeca, imagino que me lo ha dedicado y me siento anormal, torpe, tonto. No es que no pueda hablar con gente o no tenga amigos, al contrario sólo que no puedo dejar de verle.

En la calle, en la vida real, no nos conocemos. Le he visto a lo lejos con esa sonrisa que enamora. Cuando llega a donde estoy tengo miedo por no poder acercarme y miedo de que me hable. Imagino un millar de situaciones y entonces me encierro en el cascarón de la timidez.

Timidez que no conocía hasta descubrirle en la Red, no sé ni como llegamos a ser amigos, creo que fue en un masivo tiempo donde mandaba invitación a todo mundo, aceptó y entonces empezó la adicción de 5 años, verle, seguirle, emocionarme con su vida, sufrir sus amores y reír con sus triunfos, esperar cada cumpleaños a decirle felicidades y esperar a que diga felicidades en el mío, escribir cosas simples en sus estados y encadenarme a la pantalla esperanzado a que le guste lo que le escribí. Disfrutar cuando lo hace. Dissfrutar de un “me gusta”

Entonces sucedió, hizo el contacto, la pregunta:

-¿Porqué le das me gusta a todo lo que publico?, he dicho cosas tontas a propósito, sin gracia y de cualquier manera te gustan

-No puedo dejar de verte (fue mi simple y real respuesta).

De su parte no hubo respuesta inmediata ni tardía, al menos no en nuestro chat pero ahora no somos más amigos en Facebook y cuando a lo lejos veo que entra a algún lugar donde ya estoy me mira, sonríe y hace un pequeño gesto de que me reconoce, se sigue de largo. Me reconoce pero no me quiere cerca.

Ya no somos amigos, es verdad, existe Twiter ahora le sigo y continúo con el endiablado vicio de verle pero no puedo interactuar, sólo le sigo por amor al vicio de enamorarme de ideas.

Debería existir una regla que no permita a quien tenga las cejas perfectas, los labios gruesos y llenos de invitación a amar publicar nada. Porque algún tonto se enamora por este medio y de repente, de alguna manera cuando consigue que le hablen es para al fin ser exiliado del martirio gustoso de enamorarse de un estado, de una foto, de unos ojos que parecen que sólo te miran a ti y no es cierto, nada en las redes sociales es cierto como las religiones que abundan ahora y son tan parecidas, tan irreales y tan llenas de respuestas medianas para gente que no sabe qué esperar de su vida. Quizá se ha creado una nueva religión y en un futuro el  San Facebook sustituya al cansado y gastado San Valentín y tengamos a un nuevo culpable del desamor.

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