Oli está cansada, se siente mayor y necesita parar más a menudo, pero a Pedro eso parece no importarle. No se da cuenta de que los años no pasan en balde. Ella es consciente de que la relación que existe entre ellos ya no es sólo laboral, no sabe si llamarla sentimental; palabra muy denostada por su uso y con un matiz ñoño, pasado de actualidad. En todo caso existe amistad, sinceridad y el tiempo ha creado entre ellos la unión de una pareja de hecho. Su vida no tiene sentido sin Pedro y para Pedro, Oli es imprescindible. Mejor dicho, era.
Hace ya unos meses que Tosh espera una oportunidad. Cuando apareció en casa, para Oli supuso una verdadera tragedia, pensar que así, sin previo aviso la iban a sustituir después de todos los desvelos, horas, atascos y el esmero que ella había puesto en que sus textos fueran los más perfectos del mundo.
Pero ahora casi le parece una liberación, necesita jubilarse, descansar en un lugar seco y con movimiento, eso sí, quiere una jubilación ¡pero no ir a la basura, ni al chatarrero! A ella que la dejen en algún lugar donde pueda observar el discurrir de la vida de Pedro; valorar los cambios y poder susurrarle algún consejo cuando lleguen los agobios de última hora en la entrega de reportajes o noticias, como ha hecho durante todo este tiempo. Darle el empujón definitivo, esa intuición o inspiración final y determinante por la que en el periódico esperaran sus escritos con interés y se ha convertido en uno de los redactores jefes más jóvenes e influyentes.
Recuerda perfectamente cuando José, el padre de Pedro, la recogió. Blanca, reluciente, con sus 49 teclas perfectas y las letras y números de un metálico tan brillante que daba pena estrenarlas y acercarlas a aquel carrete de tinta negra. Después llegarían los modernos de dos colores, pero siempre fue más rápida con uno sólo, el doble le creaba problemas y hacía que Pedro se enfadara a menudo.
Se pierde en los recuerdos, aparecen uno encima de otro, como una película acelerada en la que las imágenes no se aprecian bien y el sonido llega distorsionado. Y todo esto con un tac-tac-tac rápido de fondo, constante, como una mala banda sonora, pegadiza y repetitiva durante toda la cinta.
¡Vuelve, Oli, vuelve!
Como contaba, desde que José la llevó a casa pasaron varios años antes de que se estrenara, Pedro tenía una vieja en Madrid y ella aguardaba en Santiago de Compostela, con sus padres, a que alguien se decidiera. Ella no era cualquiera, era una Olivetti, creada por D.Camillo a principios del siglo veinte en Italia. Aunque lo suyo era sangre española (o catalana, no se enfade nadie) una Hispania-Olivetti, oriunda de Barcelona.
¡Al fín llegó su turno!, Pedro la llevó consigo y abandonó la morriña y el olor a calamares fritos de la tasca de sus progenitores. Le divertían las conversaciones que llegaban a través de las tablas de madera en el suelo, los paisanos arreglando con una taza de ribeiro en la mano los resultados electorales de su Fraga del alma, aquel partido creado para la derecha y que no parecía triunfar. ¡No lo podían entender! Y las canciones de Juan Pardo le encantaban, se las sabía todas de memoria…
¡Ya está divagando de nuevo!
A lo que iba; llegó a Madrid en el momento más interesante; cambios políticos, movida y agenda cultural repleta. Cuando más disfrutaba era cuando Pedro se la llevaba en el maletín directamente al lugar de la noticia. Aquellas salas preparadas para todas las periodistas y los periodistas que cubrían la información, aquello era una orgía de marcas, modelos, intercambios… ¡el súmmum de su vida!
¡Cómo no va a estar cansada! Son demasiadas letras y golpes a sus espaldas, ha llegado la hora de Tosh y Pedro parece que lo va entendiendo.
Tosh tiene un color ceniciento, pero confía en que sólo sea la apariencia y sepa responder a los desafíos que se le presentan. Las circunstancias han cambiado mucho y muy deprisa (demasiado para ella). Ahora las cámaras y las televisiones dominan las noticias, las personas de este país se creen todo lo que lanza ese cuadro luminoso sin contrastar con los medios escritos serios, como el suyo, porque en el fondo también es un poco suyo.
Esta mañana, por fin, Tosh ha sido el protagonista. Cuando Pedro apretó aquel botón empezaron a salir letras e imágenes en su pantalla y Oli percibió que su luz invadía por primera vez todo el espacio.
El sonido de sus teclas, que había impregnado todos los objetos y hasta en el propio aire de aquella estancia a lo largo de su vida, fue convirtiéndose en un ente etéreo, como esas imágenes de los espíritus que abandonan los cuerpos cuando llegan a su fín. Se deslizó despacio, con pereza, despidiéndose, y acariciando por última vez lo que había sido suyo, ascendió rápidamente y sin dar tiempo a más lamentos desapareció a través de las pequeñas fisuras que la humedad había provocado en la ventana.
Tosh y Pedro no habían sido conscientes de nada; para ellos empezaba su historia, y a juzgar por lo que Oli observaba ya no había marcha atrás. ¡Por fín! <?xml:namespace prefix = o ns = «urn:schemas-microsoft-com:office:office» />
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