–¿Y por qué nos creó el Hombre? –preguntó el pequeño hominoide. Los hominoides de más reciente creación tenían la obligación de acudir a clases donde asimilaban la gran cantidad de información que iban a necesitar en el futuro próximo para manejarse con soltura en el mundo y servir a la sociedad como trabajadores útiles. En la puerta del aula en la que ahora se encontraban varios jóvenes sentados podía leerse en letras negras: HISTORIA Y RELIGIÓN.

            –Muy buena pregunta, Cugnot. La respuesta es muy sencilla y ya la conocemos todos, pero en el fondo oculta una verdad trascendental. –La maestra hizo aparecer un holograma que mostraba el busto de un hominoide cuyo diseño delataba que era de fabricación bastante antigua, posiblemente de la primera generación de los NB-7. Continuó hablando la maestra Alva Curie con su dulce voz–: El Hombre nos creó porque ya no necesitaba usar su propio cuerpo; de ahí que nos creara a su imagen y semejanza, pues los primeros de nosotros estaban diseñados para realizar los trabajos físicos que antes desempeñaba el propio Hombre. Pero, ¿cuál es la tan importante enseñanza que podemos extraer de esta simple respuesta? Pues bien, según ha señalado el siempre polémico antropólogo James Watt, al que podéis ver en la imagen –hizo un gesto con mano dirigiendo las miradas de sus alumnos hacia el severo rostro mostrado en el holograma–, el Hombre pasó toda su existencia intentando averiguar por qué su Dios lo había creado. Jamás pudo responder a esa básica cuestión que acaba de proponer el pequeño Cugnot. En cambio, para nosotros la respuesta ha sido obvia desde el principio. La gran incógnita de toda una era, y actualmente no supone ningún reto. De ahí deduce el doctor Watt su teoría de que cada Creación va superando un poco a su predecesora, estableciéndose así una suerte de evolución a gran escala.

            “Pero volviendo al tema de la lección de hoy: ¿cómo llegó el Hombre a ese punto de inflexión en el cual ya no necesitaba realizar tareas físicas? La clave del cambio, la chispa que inició la enorme hoguera del Ascenso del Hombre, fue la creación de la Biblioteca, la Matriz, o, como ellos la llamaban, la Red. Todo, absolutamente todo el conocimiento humano, se vertió en la Biblioteca, de capacidad infinita, indestructible, accesible desde cualquier parte del planeta. La Ciencia, la Economía… todo el trabajo del Hombre se efectuaba desde, en y para la Biblioteca. Las relaciones sociales, en contra de lo que pudiéramos pensar dada su naturaleza biológica, también encontraron una increíble aceptación dentro de la Red, y se adaptaron de tal manera que incluso dejó de ser necesario el acto sexual para tener descendencia. Cada Hombre podía vivir su vida entera conectado a la Biblioteca desde su terminal personal. Ahora bien, aunque todas las actividades humanas se desarrollaran ahora dentro del mundo virtual de la Matriz, los cuerpos seguían dependiendo de nutrientes orgánicos (“reales”, por así decirlo, para oponerse a lo “virtual” antes citado) para subsistir. Y ese es el momento exacto en que los hominoides vinimos a ser imprescindibles para el Hombre, ¡el momento exacto en el que comienza nuestro particular Génesis!

            En este punto el semblante de la maestra vibraba de emoción, las líneas negras entre cada una de las placas blancas que formaban su rostro se ensanchaban para liberar el exceso de energía que había saturado sus nanochips motores. Los alumnos la miraban sorprendidos: realmente a la profesora Alva le entusiasmaba la clase de Historia del Hombre.

            –Por supuesto que hacía ya muchos años que los primeros prototipos de hominoide, los androides, habían sido creados por el Hombre, pero cuando se nos encargó el cuidado de sus cuerpos físicos y de la Tierra, el salto cualitativo de la tecnología que conforma nuestros cuerpos fue sencillamente gigantesco. Los primeros androides venían a ser, comprados con nosotros, por poner un ejemplo muy a mano, como los monos comparados con el Hombre. Los hominoides de la primera generación eran principalmente agricultores y ganaderos, y se encargaban de alimentar a los Hombres. Todas las especies vegetales y animales que no fueran necesarias para la subsistencia del Hombre fueron suprimidas, pues suponían un gasto inútil de energía y espacio. Pero, aunque al principio este sistema funcionaba bien, poco a poco se fue llegando a un callejón sin salida: una especie tan avanzada como el Hombre, sin enemigos naturales, que había erradicado la enfermedad y la guerra, acabó por consumir los recursos de la Tierra debido a una muy preocupante superpoblación. Las políticas propuestas de control de la natalidad no habían sido bien aceptadas, pero finalmente se dio con otra solución: la manera de ahorrar recursos y energía era, directamente, acabar con los cuerpos orgánicos de los Hombres. Sin cuerpo, sin músculos, sin estómago ni intestinos, sin pulmones y sin corazón. Sostenibilidad. La Tierra podía abastecer de alimentos a los miles de millones de Hombres si éstos eran solamente cerebros conectados a la Biblioteca. Y así, los hominoides y los Hombres continuaron con su existencia simbiótica. Aquí, el ya mencionado doctor James Watt habla de comensalismo, es decir, la simbiosis en la cual una de las especies se beneficia pero la otra resulta indiferente. Esta afirmación casi le cuesta ser suprimido, pues es un dogma de los Hijos del Hombre que los hominoides siempre dependimos a su vez de nuestros creadores, en lo que se denomina una simbiosis mutualista.

               Los jóvenes alumnos estaban atentos a cada gesto de su maestra. El énfasis con que la señorita Curie pronunciaba cada frase les atrapaba y les seducía. Ojalá todos los profesores fueran así, pensaba el pequeño Cugnot, cuando miró el reloj. Se acercaba el final de la lección de hoy.

            –Con el tiempo, incluso el mantenimiento de los cerebros llegó a parecer un gasto inútil de recursos y energía, ya que, si en definitiva todo se trataba de intercambio de información, bien podía verterse todo en la Biblioteca, sin necesidad de conservar un soporte físico orgánico. Así pues, todo el contenido de los miles de millones de mentes humanas fue depositado en la Red, y el trabajo en el mundo siguió su curso mientras los cerebros eran desechados. Una nueva etapa en la evolución comenzaba, quedando abandonados por completo los cuerpos de carne y sangre.Al final, superada la lucha por la supervivencia del individuo, todas las inteligencias y conciencias se fueron fundiendo en una sola, con un fin común. La humanidad entera se había vuelto un solo ser hecho solo de pensamiento y voluntad. El Hombre había alcanzado su culmen. El Hombre había alcanzado a Dios y se había convertido en Dios, quedando nosotros, los hominoides, como los humildes pobladores del planeta Tierra.Esto es lo que se conoce como el Ascenso del Hombre. Alabado sea el Hombre.

               –Alabado sea el Hombre –respondieron los alumnos a coro.

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