14 de enero 2020

QUINTA JORNADA

REPORTE DE ACTIVIDAD

Redes consultadas: Mi diario digital, Lifebox, Photo Frame, Twitterest.

Usuarios observados: Justin62, PedroJosé, LenaMartin, ProfesorGroucho y EstherGRB.

Notificaciones:

Justin62 alcanzó los 7000 followers activos en Twitterest.

Esther GRB actualizó su diario digital.

ProfesorGroucho añadió cien archivos sonoros a su Lifebox y cincuenta a su Photo Frame.

Lena Martin dio de baja su cuenta en Lifebox.

Recomendaciones: Usuario con mayor número de minutos on-line, LenaMartin.

Supervisor: KH124

KH124 finalizó la ficha y procedió a enviarla a su superior inmediato. Era lo primero que hacía cada día tras levantarse, además de beberse el zumo y el Red-Bull. Los necesitaba. Apenas dormía noventa minutos, pero hacía tiempo que los horarios convencionales habían dejado de plantearle situaciones de angustia.

Desde que entrara a trabajar para New Profile, el tiempo era una línea continua sin interrupciones programadas. Nada de jornadas laborales, ninguna imposición del reloj para ingerir los alimentos necesarios y, por supuesto —y por encima de todo—, adiós a la penosa convivencia con sujetos anodinos en el trabajo. Su único cometido consistía en ser el guardaespaldas invisible de cinco usuarios que la Compañía le había asignado para su seguimiento y observación en la Red.

Solo tenía que sentarse frente a su monitor de treinta pulgadas de pantalla táctil, dirigir el dedo índice hacia uno de los cinco marcos correspondientes a sus usuarios, decidirse por uno, señalarle y acercarle hacia sí con el dedo.

La nueva tecnología Floating Touch —que accionaba la pantalla sin tener siquiera que rozarla—, facilitaba mucho la labor y le permitía practicar el deporte diario recomendado por su instructor: cinta, bicicleta estática y ejercicios aeróbicos.

Accionó el dispositivo de volumen. La mañana se presentaba tranquila; no tenía órdenes precisas que seguir y la bandeja de correo nada más almacenaba ciento dos comunicaciones. La música electrónica le puso en marcha. Se calzó las deportivas, se refrescó la cara, aumentó el nivel de sonido, se subió a la bici y comenzó a operar.

Justin62 a primer término. Nuevo cambio de avatar. Navegación nocturna: 56:05 minutos.

Páginas visitadas: secretosymentiras.com, pornstars, twitterest.

Nuevos followers: MaryShelly, Juan35P, Elena, Calculator, Samper.

Siguiendo a: Argelino, Robot1000.

Personal Shopper On-line: Zapatillas Camp, marcas: Adidas y Reebok.

Telefonía: Iphone20.FloatingTouch.

Estado: Off-line.

Bebió un trago de agua y pasó la pantalla. Aquel chico le aburría; era absolutamente predecible. Un buen candidato, sin duda, por su gran cantidad de followers y su gama de intereses. Había colgado nuevas fotos. Sí, bastante guapo; ganaba puntos, seguidores y contactos. Solo requería de algo más de tiempo en la red y tendría que recomendarle. Era carne de New Profile.

Un icono rojo comenzó a parpadear en el marco de la esquina superior derecha de la pantalla. Esther GRB acababa de conectarse a Lifebox.

Acercó la imagen del marco. Esther permanecía sentada en el centro de una sala vacía. Miraba a cámara. Vestía de blanco riguroso; era obligatorio en aquella aplicación. Un entorno limpio y virtual para una confesión oscura y real.

KH anotó que 20.250 internautas aguardaban la declaración de Elena. Su discurso debía ser improvisado, nada de leer ni escribir en La Caja. Se escucharon sus primeras palabras:

—Hola. Gracias por asistir a mi desvirtualización. Lo que tengo que contaros es importante para mí. Os pido que me respetéis. Ha sido duro llevarlo sola, dentro, en silencio durante estos años. Ahora espero que, al compartirlo, pueda desahogarme.

»Liberarme es lo que quiero —continuó—. Lo que queremos todos los que nos sentamos dentro de The Lifebox. Me gustaría empezar diciéndoos que siempre me he considerado una persona de biotipo atlético y de rostro agradable. No me he creído nunca una diosa de la belleza, pero lo cierto es que en el colegio tenía muchos admiradores y en mi familia siempre me decían que era la más guapa desde hacía varias generaciones. Lo mismo me ocurría en el pueblo al que íbamos los fines de semana; allí tenía a mis amigas.

Esther paró unos segundos, tratando de respirar el poco aire que le acompañaba en la sala. En la parte inferior de la pantalla aparecieron los primeros comentarios.

«Tú lo que estás es cachonda». «Otra puta con problemas. ¡Qué coñazo!». «Ánimo, sabes que nos tienes para lo que necesites».

Esther retomó el relato.

—Y mi novio. En el pueblo también tenía a mi novio. Se llamaba Víctor, como su padre, al que él admiraba. A Víctor le encantaba estar con él y con sus amigos. Cazaban, jugaban al tenis y… a las cartas. —Suspiró—. Una noche habían organizado una timba en la cabaña. Estaban borrachos. Se reían por todo, daban puñetazos sobre la mesa y levantaban la voz por cualquier motivo. Mi novio se sentía aceptado, casi uno de ellos. Yo sonreía de verle tan feliz, hasta que escuché la voz de alguien apostarse mi virginidad en una jugada maestra que perdió.

»Jaleado por su propio padre, Víctor me violó, dejándome después para el resto. Uno por uno y de todas formas y (…)

Él se dirigió al interfaz con su dedo índice. Too early for sex. Apuntó al marco de usuario de ProfesorGroucho; récord de descargas de archivos audiovisuales. Procedió a pinchar en todas y cada una de las carpetas. Su mano derecha se deslizaba certera y sistemática sobre la pantalla. Se paró en un fichero: Bussiness Policy Manual.

Lo descargó para proceder a enviarlo a los clasificadores; así lo indicaba el procedimiento. Todos los materiales relativos a procesos organizativos que pudieran entrar en conflicto con la arquitectura filosófica de New Profile no sólo se clasificarían y archivarían, como cualquier documento electrónico útil, sino que serían examinados para proceder a un escrupuloso análisis de sus amenazas. La compañía quería alzarse en Sistema.

«¿Podría llegar a convertirse LenaMartins en uno de sus activos reclutadores?». Él no se lo había planteado, no era su cometido.

Allí la tenía, escribiendo en su diario digital.

Resultaba fatigoso anotar la cantidad de cultismos semánticos y sintácticos empleados en la redacción, tal como se le había solicitado.

Se apeó de la bici y comenzó a caminar por la cinta. El objetivo era superar los treinta kilómetros pedaleados, con una pérdida total de trescientas calorías. A los tres kilómetros, y tras aumentar tres puntos la inclinación, advirtió un considerable empobrecimiento del lenguaje de Lena en sus últimos textos. Jerga, jerga, phone lenguaje. Contaba palabras repetidas, extranjerismos, emoticones, smileys, siglas… Siglas repetidas con emoticono. SOS con cara llorosa.

Disminuyó el paso, levantó la mano y aumentó de tamaño la fuente. Silencio en la casilla de Lena Martin. Izquierdo, derecho, izquierdo, derecho… Seguía caminando.

Él acercó instintivamente el rostro a la pantalla. LenaMartin estaba on-line, pero la escritura había cesado. Subiendo la mano hasta la parte superior del texto, se detuvo en la primera línea: «Han entrando en casa. SOS. Están aquí».

Al segundo «SOS» seguían varias líneas disparatadas, formadas por caracteres aleatorios; típica grafía producida por un golpe seco encima de las teclas. Eso fue lo que pensó él; LenaMartin había caído herida o muerta encima del teclado.

Su ritmo cardiaco empezó a elevarse por encima de las ciento sesenta pulsaciones por minuto. Asustado, retiró las manos de los indicadores de control del rendimiento y se bajó de la cinta. El protocolo prohibía abandonar el puesto de vigilancia, incluidos los supuestos de daño físico o moral de los usuarios observados.

Muy confuso, se aferró al cuello con las dos manos y se agachó hasta el suelo. Hiperventilaba. El tiempo era otra vez un indicador real; una fuerza impulsora de la acción. La vida de aquella chica podía depender de una decisión suya y era el momento de tomarla.

En una liturgia solemne se paró frente a la puerta, la abrió y echó a correr escaleras abajo. El portón de la finca estaba bloqueado. Tras un violento empujón alcanzó, por fin, la calle.

Cerró los ojos a causa de la claridad y el desconcierto. A lo lejos, un perro abandonado se paró para observarle. La Gran Nada protagonizaba la escena.

Comenzó a correr en dirección a un sonido que llegaba del final de la calle, vacía de personas y cosas. Lo escuchaba, podía oírlo. Procedía de una gran silueta cuadrada recortada en la distancia. Se trataba —lo contempló perplejo—, de un gran monitor; el gran monitor, en el que pudo verse y escucharse jadear, solo un segundo antes de que cambiara la pantalla.

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