Conseguí mi primer trabajo a los 17 años. Yo era, como todos los jóvenes, tozudo y persistente. El lugar era una tienda de helados. Un trabajo fácil pero sumamente agotador. Mis compañeros eran geniales. Uno de ellos, el mayor, dibujaba con una facilidad y un talento asombrosos. Me cansé de decirle que explotara esa virtud, que hiciera un curso o taller, que buscara trascender el simple hobby. Él me respondía que sí pero nunca tomaba la iniciativa. Le costaba dar el primer paso. Tendría unos 30 años. Cada vez que me mostraba un dibujo suyo, yo le decía lo mismo: «no puedo creer, Rubén, que con ese talento trabajes en este lugar de mierda». Dibujaba lo que fuese: historietas, animé, rostros, etc. Un día llevé a un muchacho, también mas grande que yo, que trabajaba como editor. Le mostramos algunos dibujos y quedó asombrado. Le dijo que definitivamente quería publicar algo suyo. Pero a Rubén no le entusiasmó en lo más mínimo. El quería, como nadie en el mundo, servir helados a la gente.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS