Su barba y su melena expuestas al viento. Mira su teléfono móvil. Nada. En la radio suena de nuevo esa maldita canción. Mira de nuevo. Nada. Atardece, igual que aquel día. Quizá no haya visto bien la pantalla; gira la cabeza hacia el asiento del copiloto. Nada. Mira la foto del salpicadero. Luego el teléfono. Nada. Por fin suena. Su corazón se dispara. Extiende su brazo para agarrar el móvil y respira aliviado. “ ¡lo sabía!” piensa. El camión sale de la carretera entre ruido de cristal y metales. Después, nada.

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