Su barba y su melena expuestas al viento le daban un aspecto sereno. Acodado en el puente de mando del barco miraba hacia el horizonte. Se veía a lo lejos el puerto.
Había atracado tantas veces en ese puerto que casi no necesitaba consultar los datos que el Práctico del puerto pasaba a su ordenador de a bordo.
Pero esta vez era distinto. Era la última vez que guiaría su nave hasta la dársena.
Mañana sería un marino retirado. Su tiempo se había cumplido.
Solo esperaba tener otros viajes que emprender. Aunque seguro que serían distintos.
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