Su barba y su melena expuestas al viento, las zapatillas de tela, la camisa sin corbata. Todo en él representaba la libertad. Recorrió el territorio desde la llanura hasta la cumbre, desde Ushuaia a la Quiaca y en ese peregrinaje no dejó alma sin abrazar, ni un sólo niño sin besar. Sabía de la carencia de los olvidados, de las necesidades insatisfechas. Quien mejor que él para devolver la esperanza perdida, para vencer la desidia y el poder de los adinerados.

Por eso le creyeron y lo eligieron. Entonces se afeitó, se cortó el pelo y perdió la memoria.

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