Su barba y su melena expuestas al viento, despeinadas, libres, sus ojos cerrados, la brisa de mar golpeando sus mejillas, una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
Era el final de su viaje, o el inicio de una nueva forma de ver su vida, habían pasado muchas cosas en el camino que había iniciado con cabello corto y cara lampiña, que había empezado con deseos de escapar.
Había entendido que no se puede huir de uno mismo, que los lugares exóticos se convierten en comunes, que los desconocidos se vuelven familia y que las cadenas que sentía, nunca habían existido.
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