Su barba y su melena expuestas al viento y la ruidosa moto de ese singular personaje, apartó a mi mujer de sus pensamientos; sin decir palabra, tomé su mano y continuamos nuestro andar, ella rompió el silencio:

–El día que relataste que el veintidós ya es historia, sabía que te referías al día que identificaste a tu hermana tendida entre tanto cadáver y la culpa que sentías a cuestas; ante una desgracia tan fuera de tu alcance. –Dijo, y me abrazó.

–Mañana nuestro viaje llegara a su fin. –Me susurro al oído y sentí la calidez de sus labios.

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