Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón si no lo hubiera abandonado. Nunca le importó si caminaba hacia la derecha o hacia la izquierda, si subía o bajaba, era un acuerdo implícito; pero se cansó de la rutina, por eso viajó detrás de la mujer hasta Italia, y ahora la sigue hasta que ella entra a la Basílica de San Marcos. Luego de un extravío extenso, aparece siguiendo a un cuerpo desconocido, después se ve en el espejo de un baño público. Repentinamente, escucha un grito, los saltos, las sacudidas y, por último, la pisada que la aplasta.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS