Divinas vacaciones

Divinas vacaciones

Él ya estaría tomándose un daiquiri en el malecón, completamente solo, alejado de obispos, presbíteros, diáconos, fieles, ateos, incluso de los más acérrimos detractores. Ni camareros, ni vecinos sacando al perro, ni turistas, ni jóvenes bullangeros. Todos refugiados en los montes más altos, a la espera del segundo gran diluvio que inundaría el mundo. Y es que, aunque fuera cada 2000 años, los dioses también necesitaban tomarse vacaciones. Miró el horizonte despejado de nubes y decidió que, acabando el daiquiri, se daría un paseo por el planeta montado en una poderosa Harley. Su barba y su melena expuestas al viento.

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