“Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, en compañía de Patricia” —pensó Inés con una mezcla de rencor y tristeza. Luego, balanceó la cabeza para apartar tales pensamientos.

Al fin y al cabo, él nunca fue el prototipo ideal para ser su esposo. Hasta se alegraba por su amiga, quien había encontrado el amor en Arturo.

Hacía dos noches, la pareja prometió amor y respeto delante de su padre, el pastor de la Iglesia Evangélica de las siete promesas de Cristo.

Después de la ceremonia, partieron para Cuba, donde pasarían diez felices días de Luna de Miel.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS