Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón, sonriendo al pensar que había cautivado a otra ingenua turista española. Pensando que había quedado prendada de su forma caribeña de hacerme el amor.

Yo estoy de regreso en Madrid.

Mi sonrisa al llegar no es por el viaje tranquilo. Es por el mensaje que veo nada más encender el móvil.

-“Todo como tú querías. Está en el fondo del océano. Con el vientre rajado y la lengua hinchada”.

No puedo controlar una carcajada de satisfacción.

-¡Vengado el crimen del 22 de la calle Bailen!

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