Él ya estaría tomándose un daiquiri en el Malecón con su nueva acompañante. El viaje en avión había sido de lo más improvisado: preparar las maletas a toda prisa, la compra de billetes. Pero todo había salido perfecto. El atraco al banco había resultado un éxito. Su nuevo amor era la guinda que decoraba el pastel. Se le veía tan enamorado, que haría cualquier cosa por ella. Había decidido retirarse de ese mundo y emprender una nueva vida, olvidando el pasado. Pero desconocía un pequeño detalle: ella le sacaría la placa mientras brindaran por su nueva vida.

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