El veintidós ya es historia. Ahí terminó definitivamente la nuestra. En aquel coche cafetería de un mega convoy de vagones entrelazados que sobrevolaban la vía en dirección a Valencia, yo rebuscaba en mi bolso mi cartera para tomarme una coca cola aquel caluroso día de julio. Él me dijo que estaba invitada. Al levantar la cabeza de aquel pozo sin fondo, vi a aquel que me había jurado y perjurado que no podía pagar la pensión de los niños porque estaba sin trabajo tras la barra de aquel bar móvil.

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