A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir, susurró Paula a la pequeña bola de pelo blanca y azul que llevaba en su regazo, envuelta en su campo de sueños donde habían jugado a historias de Amazonas y Tigresas. Las lágrimas contenidas ayudaban a acelerar el paso en una carrera perdida. No sentía las miradas ajenas de lastima y curiosidad. Su mundo se hundía y los maullidos eran cada vez más lejanos. La clínica Veterinaria apareció como un bote salvavidas en medio de un naufragio. Entonces, una patita le acaricio la mejilla.

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