Te regalé una bonita sonrisa de Joker y cerré la puerta del cuatro latas. Ni siquiera me abroché el cinturón, la libertad ya era protección suficiente.
Encendí la mohosa radio y acompañado por esa melodía de los Beach Boys fui directo al interior. Al interior de una España vacía en busca de algo que ningún municipio remoto y seco podía ofrecerme.
Fueron horas y días en ruta, sin más busquéda que la mía propia. Fue un viaje raro, como todo lo que sucedió por entonces.
Pero del cual no me arrepiento. Quizá sólo de dejarte ahí, lo siento Mamá.
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