Te regalé una bonita sonrisa de Joker en el momento en que tu endemoniado cuerpo se desplomó ante mí. Me regodee en tus ojos perversos, en cómo, titubeantes, se sumían en la confusión. No detecté en ellos ni un ápice de humanidad mientras las tinieblas, implacables, se iban apoderando de tu alma. Alardeabas de que ni cazarrecompensas ni Sheriffs lograran jamás frenarte. Lo que nunca imaginaste es que una insignificante mujerzuela de burdel acabaría contigo disparándote por la espalda, dando por fin captura al temido Sucio Dave. Sentí un profuso placer. Aquí y ahora, acababa tu periplo sangriento y cruel.
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