Te regalé una bonita sonrisa de Joker y tú me obsequiaste una horrible mueca de mojigato.
Nunca comprendiste el humor negro. Sospecho que en realidad no entiendes el humor.
—Haces un comentario agudo ya mismo, o me marcho y adiós seis años de casados.
— No eres tan graciosa, cada perro en la calle te recuerda una persona, ese bulldog a las arrugas de mi difunta madre.
—No importa, retrúcame. Lo que vale es la complicidad.
—Hoy tienes un humor de perros, querida.
—¡Funciona el amor, digo, el humor bajo amenaza!
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