“Te regalé una bonita sonrisa de Joker” y agachaste la cabeza sin atreverte a preguntar por la maleta que estaba junto a la puerta. Miraste mi cuchillo. Necesitaba enjugar mis lágrimas y lo dejé sobre la mesa.

─¿Otra vez cebollas para cenar?

─Il n´y a rien d´autre.

─Bueno, esta noche cambiará mi suerte. No te preocupes, cariño.

Guardé silencio. No quise decirte que aquellos cincuenta euros eran los últimos que teníamos. No tardarían en llegar tus amigotes para la timba. Limpié mis manos y te ofrecí nuevamente el comodín de mi sonrisa. Yo también tenía otra partida pendiente.

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